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Winter is coming…

Esta es la famosa y recurrente frase que la mayoría hemos escuchado a lo largo de todas las temporadas de la serie de éxito “Juego de Tronos”.

Siempre se pronuncia como recordatorio de los tiempos duros a los que se van a enfrentar los protagonistas, pero también como argumento irrefutable para tomar medidas, que no por drásticas dejan de ser necesarias, ante la oscuridad, riguroso frío y escasez ya en ciernes.

Pues bien, diríamos que el invierno para el Sistema financiero también está llegando.

Tan sólo falta un catalizador que desencadene las tremendas consecuencias de las distorsiones a las que los bancos centrales han sometido sus balances y los Mercados.

La confianza, ese tesoro imprescindible para que el caos no se apodere de un sistema basado en la impresión de papel-moneda e impulsos electrónicos anclados a la nada, es tan frágil como difícil de recomponer.

Y hasta hoy el único argumento para mantener dicha confianza en el fiat money era la capacidad de los Estados para respaldar con solvencia sus respectivas divisas fiduciarias.

Esa solvencia, reconocida por el resto de usuarios de la moneda, debe estar compuesta por diversos factores: Entre ellos están, la cantidad de oro custodiado en las arcas del Estado, la estabilidad política, la credibilidad de los dirigentes de la política monetaria (bancos centrales), el saneamiento y solidez de la banca nacional e internacional, y cómo no, la solvencia de las economías de cada país. Dicha solvencia económica debe venir determinada por un endeudamiento estable y sostenible, es decir con perspectivas decrecientes. Y dichas perspectivas decrecientes deben basarse en: Superávits presupuestarios (o en el peor de los casos ausencia de déficits); crecimiento económico (PIB); y política fiscal expansiva, entre otros.

Si hacemos pues un repaso a los fundamentos que sustentan la confianza monetaria en la que se basa todo el Sistema financiero, veremos que hoy en día la mayoría de países desarrollados no cumplen ninguno de esos requisitos fundamentales. ¿Qué mantiene pues la confianza actualmente en el fiat money? Esa es la pregunta del millón que tiene una respuesta tan incierta como temible. ¿Será la mera globalización, que nos reparte una confianza interconectada y por tanto algo más difícil de romper? Si ese es el motivo es un arma de doble filo, puesto que si se desencadena la desconfianza en cualquier foco (hay tantos… Grecia, Brexit, China, Syria…), dicha interconexión expandería la misma como la gasolina al fuego. ¿Será que las generaciones actuales jamás han vivido crisis monetarias (no causadas por guerras) como la de la Gran Depresión o la Fiebre del Oro? ¿Será que los corralitos conocidos hasta hoy han sido escasos, muy localizados y por tanto sufridos sólo por una minoría? ¿Es sólo cuestión de tiempo? ¿O tan sólo es necesario que una mariposa aletee en Shanghái para que se desencadene este sobrecargado caos financiero? Como decían en la película basada en hechos más que reales “The Big Short“, las autoridades financieras no tienen ni idea y tampoco les importa.

Además, los tipos a cero y negativos están poniendo fecha de caducidad a este equilibrio imposible, ya que se está distorsionando una de las leyes universales del Mercado: Si el dinero no vale dinero, penalizando a quien lo posee y premiando a quien lo debe, no hay incentivo alguno para una economía productiva ni para la competitividad. Además, esos tipos cero o negativos torpedean la supervivencia de agentes económicos institucionales como bancos, aseguradoras, fondos de pensiones (privados o públicos), etc. vitales para el funcionamiento del Sistema (podéis leer más sobre ello en “Intereses negativos y Darwin”). Por tanto, o se revierten los tipos a niveles más saludables pronto, o los daños sistémicos serán irreversibles. Pero la cuadratura del círculo no es tan fácil, porque por otro lado las economías desarrolladas no están aún preparadas para volver a tipos positivos sin dolorosísimos defaults, inevitables por su endeudamiento sideral. Y dichos defaults o impagos se propagarán masivamente por la interconexión global que también existe en el mercado de deuda, a pesar de los intentos imaginativos para separar los huevos de la tortilla y de nuevo meterlos de nuevo en su cáscara.

Al grito de “Winter is coming..!” se impone pues una reflexión para todos los inversores a las puertas de un invierno jamás visto. Más frío, oscuro, desconocido y largo que el peor de los vividos anteriormente. Un invierno en el que va a ser muy muy difícil mantener el poder adquisitivo, puesto que el Valor será el tesoro escondido más codiciado. Y sólo aquellos que tengan más acierto en la lectura del mapa evitarán dicha pérdida de poder adquisitivo. Además la pérdida de Valor de los activos puede sobrevenir de maneras diversas y acumulables, como la devaluación monetaria (con o sin ruptura del euro), la depreciación en la cotización de los activos (minusvalías generalizadas en RF, RV, etc.), la confiscación fiscal extraordinaria, corralitos, etc. Ante este panorama, todas las medidas de precaución que tomemos serán pocas, pero marcarán la diferencia entre los patrimonios que se llevará por delante este armageddon y los que podrán sobrevivirlo.

Por el momento, la orquesta sigue tocando en la cubierta del Titanic, pero la fecha ya marcada del inicio oficial de la cuenta atrás para el Brexit ha añadido muchos grados de inclinación a una cubierta donde el viento cada vez es más gélido. Mientras la mayoría se sigue preguntando cuándo se acabará la crisis, la pregunta correcta debiera ser cuánto tiempo más aguantarán las costuras del Sistema.

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