¿Por qué lo llaman Riesgo cuando quieren decir Volatilidad?
La mayoría tendréis en la memoria la famosa película española titulada “¿Por qué lo llaman Amor cuando quieren decir Sexo?” en la que Verónica Forqué encarna a una entrañable actriz porno. El título de dicha película nos ha servido para dar nombre a este artículo donde trataremos de explicar la confusión (por llamarlo de alguna manera) que reina en el sector financiero, es decir entre la banca y sus clientes e inversores varios, para discernir entre riesgo y volatilidad. Para desdramatizar un poco, intercalaremos a lo largo de este artículo algunas viñetas de Forges, que es un Maestro en radiografiar las miserias de la banca.
La “volatilidad” en el campo de las finanzas la podemos definir como la medida de la frecuencia e intensidad de los cambios en el precio de un activo. O sea la amplitud y el nerviosismo del rango de valoración que vamos a tener que soportar como inversores a lo largo del proceso de inversión, tenencia y desinversión. Nada más. A un inversor, la volatilidad no le va a definir en absoluto la probabilidad de ganar o perder de forma definitiva en ese activo (riesgo), sino que sólo le va a indicar la variabilidad en el precio que va a tener que asumir durante la vida de esa inversión.
Vamos ahora a definir el concepto de “riesgo” para un inversor. Todo inversor que se precie desea que sus inversiones produzcan buenos rendimientos en el medio y largo plazo, debiendo soportar sin temor que durante algunos periodos, en el corto plazo, se produzcan pérdidas (o ganancias) temporales. Una especie de peaje psicológico que es posible que el inversor deba pagar a cambio de un buen rendimiento al final de la inversión. -Caso aparte sería un inversor rentista que precisa obligatoriamente de rendimientos regulares y desde el mismísimo corto plazo.- En este artículo pues nos referiremos al Inversor en mayúsculas, o sea el que puede soportar pérdidas y oscilaciones sustanciales a corto plazo (volatilidad), a cambio de que en el medio y largo su patrimonio crezca adecuadamente, muy por encima de una inflación moderada.
Por tanto, el verdadero Riesgo para un Inversor, que va a handicapar sensiblemente la progresión en el tiempo de sus activos, se limita a que sufra en algunas de sus inversiones pérdidas irrecuperables en el medio y largo plazo, digamos más allá de 3 o 5 años
Partiendo de esa base, a nadie se le debe escapar que la clave está en saber qué inversiones pueden generar pérdidas temporales/recuperables (volátiles) y cuales pueden incurrir en pérdidas irrecuperables (arriesgadas). Las que generan pérdidas que se recuperan con el paso de pocos años son inversiones en las que hay Valor intrínseco, cuyas pérdidas temporales vienen dadas por pánicos, modas y caprichos en las valoraciones de Mr. Market, pero que no son debidas a una falta de solvencia o de capacidad de crear Valor de los activos en los que se ha invertido. El tiempo las va a poner en su lugar, o sea con el paso de las semanas, meses o pocos años, el Mercado unificará en algún momento el precio y el Valor -siempre que lo haya, claro-. En cambio, las inversiones en empresas o emisiones de renta fija que han perdido la solvencia y la solidez de sus respectivos negocios, suelen generar pérdidas irrecuperables en 5, 10, 20 años, toda una vida inversora o para siempre.
O sea, que en ausencia de Valor, el Mercado no tiene porqué hacer subir su precio jamás. Ese es el concepto de Riesgo en mayúsculas que hay que manejar y aprender a evitar como inversores. Y la volatilidad no es más que un peaje psicológico colateral que podemos elegir aceptar o no, y que nada tiene que ver con el riesgo de la inversión.
Sin embargo para la banca la Volatilidad lo es todo, es la clave a manejar. La Volatilidad les quita o da negocio en forma de cautividad o huída de clientes. La rentabilidad a largo plazo, que tiene relación directa con el Riesgo de las inversiones, es algo que es del todo ajeno y superfluo para los asesores empleados de banca.
En cambio para los inversores el binomio rentabilidad y riesgo (que no volatilidad) lo son todo, ya que quien invierte lo hace esperando rendimientos suficientes a largo plazo, y tratando de evitar de todas todas el Riesgo de que su inversión sufra pérdidas permanentes o a largo plazo. Esos son los lenguajes radicalmente opuestos de unos y otros. Y lo peor de todo es que son los banqueros quienes asesoran e intoxican con su lenguaje surrealista a los inversores/clientes. Un idioma que les es y debe ser del todo ajeno, puesto que para los inversores la obsesión de sus banqueros por la Volatilidad debe ser superflua, y deben centrarse en algo esencial que sus banqueros obvian y desprecian sistemática y fatalmente: la medición del Risgo de sus inversiones. Porque el horizonte temporal de un inversor debe ser mucho más largo que el cortoplacismo miope de los banqueros, que tratan de sobrevivir trimestre tras trimestre evitando que sus clientes les abandonen. La vida inversora es casi tan larga como la vida misma, y por tanto los rendimientos deben llegar a lo largo de los años, no de los trimestres.
¿De qué le sirve al Inversor superar 5 o 10 trimestres sin pérdidas significativas, si al cabo de unos años el poder adquisitivo de su patrimonio se ha visto fatalmente disminuído o ha sufrido pérdidas irrecuperables en el camino por haberse centrado en su volatilidad y haber obviado el riesgo?
Dicho todo esto, os preguntareis ¿cuál es el motivo por el que tantos “profesionales” del sector y tantos “inversores” de todo el mundo confundan “riesgo” con “volatilidad”? Llegados a este punto debemos decir que no se debe confundir el riesgo para el banco asesor con el riesgo para el inversor. Como ya resulta obvio para casi todos, en la práctica, los intereses de la banca no están alineados en absoluto con los de sus Clientes, sino más bien todo lo contrario. Y por tanto cuando un asesor empleado de banca recomienda una determinada inversión a un Cliente lo hace pensando en evitar riesgos para la entidad en la que trabaja y generarle beneficios. ¿Cuáles son esos riesgos? Pues quizá el que tienen más presente a la hora de perpetrar sus recomendaciones es el riesgo de que cliente cambie de banco en el corto plazo, cortando así la generación de beneficios para la entidad. Es decir, deben mantener al cliente lo menos cabreado posible mientras su empleado siga gestionándolo, lo cual no suele ser mucho tiempo debido a la rotación/promoción que perpetra la banca habitualmente.
A largo plazo les da igual que el cliente se vaya a la competencia puesto que su visión comercial tiene la misma miopía que la de los políticos, que no ven más allá de las próximas elecciones. Incluso es habitual que sea el propio empleado quien en el medio plazo cambie de entidad y trate de arrastrar con él a todos los Clientes que le sea posible (diciendo “digo” donde dijo “diego”, o sea hablando pestes de su antiguo banco y maravillas del nuevo y sin el menor rubor).
El banco, pues, recomendará a sus clientes inversiones que cumplan con estos requisitos y por este orden:
- Que la inversión genere para el banco una comisión/beneficio lo más alta posible.
- Que el cliente pueda firmar toda la documentación necesaria para evitar que en el futuro pueda ganar cualquier demanda o reclamación vía judicial que pueda interponer contra el banco (para eso se creo la normativa Mifid, y no para proteger al inversor).
- Que permita dormir suficientemente tranquilo en el corto plazo a su
sufridorcliente como para retenerle. Sin importarle al banco si a largo plazo el cliente va a ganar o perder dinero de forma permanente (o sea, si tiene riesgo o no), si su patrimonio va a progresar adecuadamente o si será comido por la inflación, por ejemplo (recordad que el largo plazo es un concepto que no existe para la banca).
Para cumplir con este tercer requisito de no alterar el sueño de sus fieles, el concepto que debe manejar el asesor bancario es el de “Volatilidad”, aunque lo venda a sus devotos clientes como manejo de “riesgo” (o risk management, que impresiona más). Porque según el código no escrito de los banqueros y parte del sector financiero en general,“un cliente puede aceptar ganar algo menos que sus amigos/conocidos, pero jamás aceptará perder más.” Osea que se le puede retener condenándolo a la mediocridad más absoluta sin ningún escrúpulo, pero si la volatilidad le quita el sueño y queda en evidencia ante la borregada, se largará a la competencia irremediablemente.
Por eso la variable que maneja la banca para evitar que un cliente se cabree y se marche es que cuanto más temeroso de perder en el corto plazo sea un cliente (a eso le ponen el sello de “perfil conservador”), menos volatilidad debe asumir. Lo que ocurre es que esa receta no se vende al cliente como una inversión de baja volatilidad sino de bajo riesgo, confundiendo y haciéndole confundir “riesgo” con “volatilidad”.¿Por qué? Pues porque la mayoría de clientes (no expertos en la materia) quieren escuchar las frases mágicas: “Sin riesgo”, “bajo riesgo”, “seguro”, “muy seguro”, “conservador” y demás eufemismos que para el banco se traducen en un “Duerma Ud. tranquilo y no cambie de banco”. Da igual si a largo plazo se lo come la inflación, una pérdida irrecuperable o si su dinero sólo ha servido para pagar comisiones a diestro y siniestro. De ese modo el banco se asegura simplemente de que su cartera no tenga caídas abultadas en el corto plazo, lo cual pondría en riesgo (ahí sí que les importa este concepto) la continuidad del cliente.
Así es, probablemente también es el subconsciente de los banqueros el que les traiciona, haciéndoles confundir el riesgo del Cliente (de pérdidas permanentes en su inversión) con su propio riesgo como banqueros/empleados de banca, es decir el riesgo que corre la propia entidad de que el cliente salte a la competencia de enfrente.
Y para limitar ese riesgo de que el cliente les abandone, limitan la volatilidad de las inversiones que les colocan, confundiendo de forma ignorante/maliciosa volatilidad (del cliente) con riesgo (de la banca). Por eso se vende a los clientes una inversión de bajo riesgo cuando en realidad lo que tiene un riesgo bajo es que el cliente se marche a la competencia, debido a la escasa volatilidad que esa inversión tendrá en el corto plazo. Y lo que deberían explicarle al cliente es que esa inversión es de baja volatilidad, lo cual no aclara nada respecto a su riesgo, o sea a las probabilidades de que el cliente sufra pérdidas irrecuperables en el tiempo.
Como ejemplo podríamos poner cualquier bono de los llamados “patrióticos”, como los de labonos de la Generalitat. Esas inversiones han gozado desde su emisión de volatilidades muy bajas para el inversor, y sin embargo si quieren evitar el default (impago/quiebra) tendrán que ser rescatadas por el Estado español, que a su vez también tendrá que ser rescatado por el conjunto de Europa/BCE. En definitiva asumiendo un riesgo considerable de pérdida permanente, a pesar de que la aventura acabe o no bien en los próximos meses.
Ni que decir tiene que la banca ha vendido y sigue vendiendo ingenua/maliciosamente este tipo de inversiones de escasa volatilidad, como inversiones prácticamente exentas de “riesgo”… a cambio, claro, de jugosísimas comisiones de colocación pagadas generosamente por el gobierno autonómico emisor a la desesperada. Y es que un activo insolvente puede tener una volatilidad baja durante años… hasta que sus miserias se hacen evidentes para el Mercado y entonces, cuando la volatilidad se dispara, ya es demasiado tarde para evitar la pérdida definitiva. Ese puede ser el macabro resultado de preocuparse exlusivamente por la volatilidad y despreocuparse por el riesgo de una inversión. Y hoy ese riesgo está más presente que nunca en este New Normal que convive con una saturación de deuda en todo el mundo desarrollado, ya que la renta fija, a pesar de su aún moderada volatilidad, es hoy menos fija que nunca debido a su insolvencia.
Pero ahí no se para la cosa, porque cuando el riesgo florece y las pérdidas se producen, los inversores deben soportar que desde las entidades bancarias surjan voces culpabilizando de los malos resultados a sus clientes, por su injerencia en la gestión. Manda huevos.
Así pues, el sector financiero en general y bancario en particular ha perdido de tal forma el norte, que ha acabado ignorando totalmente el concepto de riesgo para el inversor. Lo que definíamos en el tercer párrafo de este artículo como “Riesgo” desde el punto de vista del inversor, es puro chino para el lenguaje de la banca, que no ve más allá de sus narices comerciales. Es decir, que ignora todo lo que no sean las (malas) artes para retener a sus clientes en cautividad. Y para ello su única herramienta es el control y la asignación de una mayor o menor volatilidad en las carteras de sus clientes, en función de la profundidad, ligereza del sueño de éstos o lo que es peor, la mayor o menor facilidad que ofrecen para ser engañados. Recomiendo a todos los Inversores que lean detenidamente el artículo titulado “La Volatilidad no deja ver el bosque”.
La capacidad de las inversiones de generar rendimientos a largo plazo por encima de sus respectivos benchmarks no importa en absoluto a los asesores bancarios. Creen que bastante tienen con determinar y asignar volatilidades adecuadas trimestre a trimestre a cada perfil de cliente, y compatibilizar eso con un catálogo de inversiones bien rentables para el banco.
No les pasa ni por la imaginación que deban pensar además en que esas inversiones tengan un mayor o menor riesgo para el cliente y le generen con el tiempo mayores o menores beneficios. Lamentablemente la banca no está para eso, no. Está para retener y exprimir a sus clientes de forma eficiente para los intereses de la entidad. Y lamentablemente los inversores han sido sistemáticamente intoxicados y desinformados hasta tal punto, que aceptan con normalidad que sus banqueros les retangan a base de inversiones mediocres de baja volatilidad, vendiéndoselas como las opciones más adecuadas a su “perfil de riesgo” previa firma, eso sí, de infinidad de papeleo ininteligible que cubrirá legalmente sus miserias como asesores cuando algún cliente despierte.
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