Perder como inversor lo ganado como empresario.
El hecho de triunfar como empresario no implica ser también hábil en la inversión del dinero generado en la empresa. Ni en la gestión del excedente de la tesorería dentro de la propia compañía, ni en la gestión del dinero ya extraído fuera de la empresa. De hecho, desde nuestro conocimiento de muchas Familias empresarias, os podemos asegurar que habitualmente los empresarios más brillantes son pésimos como inversores.
Casi siempre dejan temerariamente en manos de la banca la misión de invertir el dinero sobrante, craso error que siempre acaba mal. Y ante los errores cometidos y disgustos sufridos al realizar inversiones «financieras» fuera de la empresa, los empresarios suelen plegar velas y abusar de la reinversión de los beneficios en el negocio familiar. Por ello, paradójicamente, los más brillantes empresarios caen en el error del viejo dicho de poner todos los huevos en la misma cesta. A veces el «abuso» de la concentración patrimonial en la empresa tiene un final feliz, ya que esa reinversión sistemática y compulsiva contribuye a un mayor crecimiento del negocio. Pero en la mayoría de casos, una prudente diversificación del patrimonio familiar en inversiones en otras empresas, cotizadas o no, y también en inmuebles, asegura una mayor resiliencia patrimonial. La diversificación garantiza una mayor seguridad ante potenciales crisis que puedan afectar al sector, al país, a los sucesores, etc., asegurando por tanto un crecimiento patrimonial mayor para las generaciones siguientes.
El problema es que los empresarios -salvo honrosas excepciones- suelen considerar las inversiones monetarias que no se reinvierten en el propio negocio, como un tipo de inversión que no va con ellos, que desconocen, y para la cual necesitan confiar en sesudos banqueros y especialistas del mundo de las finanzas (sic). Los empresarios hacen una distinción totalmente errónea y letal de lo que es el negocio empresarial y la inversión financiera. Creen que la bolsa, el private equity y los fondos de inversión son animales distintos a la empresa, al negocio familiar que los empresarios conocen tan bien. Y no es su culpa malinterpretar la realidad, ya que son los propios bancos y medios de comunicación financieros quienes se encargan de convencerles a diario de que para invertir en estos activos financieros «hay que saber». Les marean con tecnicismos, análisis técnicos, análisis macros, estructurados, tendencias, mercados, commodities, divisas y un sinfín de vocabulario y productos que realmente son totalmente ajenos al mundo de la empresa. Y lo peor de todo es que los propios especialistas y banqueros realmente creen que las inversiones financieras no son más que eso, un complejo y aleatorio mundo ajeno a la empresa: «Ahora por fin he dejado las bolsas y me dedico a la economía real», nos confesó un ex-banquero hace unos meses y os lo comentamos en el artículo titulado «No es un trimestre ni un año. Es toda una vida inversora«. ¿Como van a ser buenos asesores quienes manejan el dinero de otros apostando en activos que consideran alejados de la «economía real»?
A pesar del ruido y los tecnicismos bancarios que distorsionan el mundo de la inversión, invertir es y debe ser lo mismo que emprender y gestionar un negocio, y debe hacerse con la misma mentalidad de empresario. Como Warren Buffett suele decir, para triunfar como inversor no hace falta ser muy inteligente, simplemente ser riguroso, saber analizar un balance contable, y el tiempo hará el resto. Olvidémonos de estructurados, divisas y análisis técnicos, que nos alejan de la economía real y nos arrojan a las puertas de meros casinos especulativos. Los árboles de los Mercados y especulación financiera no nos deja ver el bosque de la Inversión en empresas. La inversión en los Mercados debe realizarse como cualquier otra inversión empresarial que hagamos. No debemos perder de vista que debemos invertir en buenos negocios a precios atractivos. Y ese es el análisis que debemos realizar antes de comprar cualquier acción, cotice en bolsa o no (private equity). Sólo así, prescindiendo del ruido de las tendencias, los timings y el cortoplacismo, conseguiremos crear Valor en nuestras inversiones, del mismo modo que conseguimos generar cada año mayor Valor en nuestra empresa. Todo lo demás nos aleja de la creación de Valor a largo plazo, y nos acerca peligrosamente a la ruleta.
¿Qué importancia tiene la cotización de cualquier producto que nos venda el banquero de turno, si el subyacente no es un buen negocio comprado a buen precio? Si no lo es, estaremos simplemente apostando en una tragaperras en la que sólo podemos ganar temporalmente. Un espejismo que hará que confundamos aún más la ludopatía con la inversión, y que hará la caída aún más dura. En cambio, si hemos tenido el acierto o la suerte de dar con una buena inversión, o sea un buen negocio a buen precio, poco nos debe importar su cotización a corto plazo (a no ser que ésta sea manifiestamente superior al valor real que le calculamos a esa inversión, en cuyo caso deberíamos venderla rápidamente y celebrar por todo lo alto ese golpe de suerte).
¿Acaso no hacemos lo mismo cuando se trata de nuestro negocio? Poco nos importa la valoración diaria (o trimestral o anual) de nuestra propia empresa si genera buenos beneficios y crece año tras año. Sólo le importa la oscilación de la cotización a corto plazo a aquél que no sabe en lo que está invirtiendo. Porque si con nuestra mentalidad de buen empresario sabemos perfectamente que hemos invertido en un buen negocio, su cotización en bolsa, por debajo o cercana a su Valor actual real, pierde todo el interés. Releed la frase de la foto que encabeza este post.
Por tanto, los empresarios harían bien en cambiar de chip, y comenzar a pensar en invertir sus excedentes de tesorería y su dinero externo a la empresa en otros negocios, diversificando adecuadamente. Pero siempre conociendo y valorando como empresario las compañías de las cuales va a comprar acciones. Tratando de participar en esas compañías siempre a largo plazo, como buen empresario que posee diversos buenos negocios. Jamás como una apuesta financiera en mercados cuyos misterios sólo saben descifrar sesudos banqueros y analistas (que presuntamente «saben», claro). Eso no es invertir sino apostar y pagar jugosas comisiones por doquier. Y en esas apuestas los buenos empresarios pierden la mayor parte del dinero que sacan de sus empresas, acabando escarmentados y reinvirtiendo más de lo prudente en su propio negocio, como hemos dicho al principio.
Llegados a este punto la pregunta que se harán muchos empresarios es la siguiente: Si mi negocio ocupa todo mi tiempo laboral ¿de dónde saco tiempo, información y conocimientos contables para analizar correctamente otras empresas en las que invertir? A lo sumo podría analizar, invertir en una o dos empresas más, que pueda conocer a fondo personalmente y seguir de cerca. El universo pues se limita al entorno personal, a un escasísimo número de inversiones que seguirían concentrando mucho el riesgo, en número, sectorial y geográficamente. Y ahí es donde entran en escena los fondos de inversión, que es el lugar donde encontraremos a los peores (los que más abundan), pero también a los mejores analistas invirtiendo en centenares miles de empresas de todo tipo y en todo el mundo. Pero ojo! Debemos seleccionar exclusivamente los fondos cuyos gestores inviertan bajo el criterio de perseguir la generación de Valor empresarial. Sin embargo con eso no basta, puesto que, al igual que sucede con los empresarios, de gestores de fondos con esa filosofía de inversión los hay brillantes, buenos, mediocres, malos y de juzgado de guardia. Ni que decir tiene que debemos seleccionar exclusivamente los más brillantes. ¿Cómo? Bueno, la selección de fondos/gestores es todo un arte y aquí sí que los empresarios necesitan a alguien que les enseñe a analizarlos y seleccionarlos correctamente. Y previamente que ese alguien les facilite el acceso a la información de los mejores existentes. Hay que escarbar mucho y tener acceso a poder invertir en fondos de todo el mundo, ya que la inmensa mayoría de los que trata de vender la banca, pertenecerían al apartado de entre malos y de juzgado de guardia. Pero de las miserias de la banca ya hemos hablado en multitud de ocasiones y no añadiremos más leña al fuego.
No deja de ser aberrante que algo tan próximo al mundo empresarial como la compra de acciones de otras compañías (cotizadas o no en los mercados de acciones o bolsas), haya sido tan distorsionada por los intermediados financieros que la mayoría de empresarios no la reconozcan como una inversión empresarial. Alejémonos pues de todo ese ruido distorsionador y volvamos a las raíces de la participación en negocios a través de los mejores analistas de empresas. Gestores de fondos brillantes que han demostrado durante décadas que saben valorar y seleccionar los mejores negocios del mundo para sus carteras.
En definitiva, la diferenciación entre inversión empresarial y financiera, no debería existir. Porque si perdemos de vista que en el mundo de las finanzas debemos invertir también en negocios, cotizados en bolsa o no, caeremos en manos de la ludopatía de los Mercados. Si en cambio conseguimos invertir el excedente de nuestro negocio en otros negocios con la misma mentalidad y conocimientos empresariales, nos alejaremos del casino bancario, blindaremos nuestra fortuna en el largo plazo, y nos aproximaremos más a los mejores inversores/empresarios del planeta, léase Buffett, Fisher, Templeton, etc. Porque un empresario brillante debe, por definición, también poder ser un inversor brillante. Sólo le hace falta una ayuda externa para saber encontrar y seleccionar los mejores gestores, y tener el rigor de ignorar completamente al resto de intermediarios financieros que pertenecen al mundo de las apuestas y la comisión. No al de la inversión.