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Los motivos de Rusia

A través de la siempre recomendable newsletter de John Mauldin, hemos tenido acceso a un análisis, a nuestro juicio muy interesante y revelador, que realiza Louis-Vincent Gave, de Gavekal Research, sobre los motivos que han llevado a Rusia a actuar como lo está haciendo en el conflicto de Crimea. Y también nos ayuda a comprender las claves que pueden determinar la evolución de este conflicto y la geoestrategia general que de él se derive. Vamos a tratar de resumiros los principales argumentos de este análisis, así como haceros algunas reflexiones sobre ellos:

Como dijo el Primer Ministro británico Lord Palmertson allá por le siglo XIX, «los países no tienen amigos o aliados permanentes, sino intereses permanentes«. Y Rusia ha tenido un interés permanente por acceder a un puerto en aguas cálidas como el de Sebastopol. No en vano luchó durante 160 años contra Inglaterra, Turquía y Francia por el dominio de Crimea. Pero hoy tiene dos razones más para luchar por esa península, que vamos a explicar a continuación. Esas dos razones las podemos llamar como la paranoia razonable y el maquiavelismo diabólico.

Paranoia Razonable:

Si miramos 200 años atrás veremos como Rusia ha luchado permanentemente para defenderse de invasiones externas que comenzaron con los ataques de Napoleón, pasando por los de Francia, Inglaterra, Turquía, y Alemania en las dos guerras mundiales. Y si miramos el mapa del mundo hoy, veremos como sólo existe un imperio expansionista que todavía va anexionándose territorios de manera voraz. Pero eso sí, con armas distintas a las convencionales. Ese imperio es la UE, que a pesar de tener su base en Bélgica, está dominado por alemanes y franceses -viejos compañeros de bregas con Rusia-, y que va comiendo terreno a lo que hace unas décadas eran repúblicas soviéticas. Y ese dominio europeo cada vez se acerca más y más a las propias fronteras rusas.

Por supuesto, la expansión europeísta puede presentarse como una mejora de los estándares de vida y como una vecindad potencialmente interesante económicamente para las exportaciones rusas. Pero no olvidemos que la motivación del europeísmo no es sólo económica sino también política. Y que además el europeísmo va acompañado sistemáticamente de la ampliación del alcance de los países de la OTAN, que ya no se trata de economía ni de política, sino de dominio militar. ¿Cómo no va a ver Rusia ese expansionismo del combo UE/OTAN, sutil e implacable, como una amenaza? En los últimos años la OTAN y el europeísmo han avanzado de manera voraz sobre la llamada Europa del Este, una república ex-soviética tras otra, hasta llegar a las mismísimas fronteras rusas. Y desde la perspectiva de Moscú, estas conquistas no difieren mucho de las conseguidas a sangre y fuego por las tropas napoleónicas, inglesas o germánicas de hace décadas o siglos. Sin violencia y de buenas maneras (relativamente puesto que, como en cualquier revolución, la violencia suele ser inevitable), pero con un mismo fin expansionista, esta vez occidental. La gota que parece haber colmado el vaso ha sido el derrocamiento del gobierno pro-ruso de Ucrania por parte de otra «primavera europeísta» atizada por los intereses y la inteligencia (sic) occidental. Y todo ello como colofón de menosprecios constantes al régimen de Putin, como la escasa divulgación en occidente de los exitosos JJ.OO. de invierno en Sochi, o el gran eco mediático que se les ha dado a las Pussy Riot y a los episodios homófobos perpetrados en el país. Con todo ello, podemos comprender mejor que Putin y Rusia en su conjunto tengan una percepción del europeísmo un tanto paranoide.

Maquiavelismo Diabólico:

Dejando la paranoia razonable de Rusia y centrándonos en sus intereses permanentes, debemos tener en cuenta tres factores importantes: 1) Putin es un ex-miembro de la KGB y profundamente nacionalista. 2) El Kremlin es muy consciente de los intereses de Rusia a largo plazo. 3) Cuando el precio del petróleo es alto Rusia es fuerte, y cuando el precio es bajo Rusia es débil.

Seguramente el punto más importante es el tercero, en lo que bien podría ser el inicio de la IV Guerra Mundial (recordemos que la III fue la Guerra Fría, aunque muchos no la reconozcan como tal). Y esta IV Guerra Mundial, que puede ya haber comenzado sigilosamente, afecta a chiítas y sunitas cuyo conflicto repercute directamente en el precio del petróleo. Sin duda en el conflicto actual entre chiítas y sunitas que se está produciendo desde hace años en Siria, Líbano, Iraq y demás lugares, los sunitas tienen el control de los recursos (principalmente gracias a los pozos petrolíferos de Kuwait y Arabia Saudí), mientras que los chiítas tienen un mayor control sobre la población. Y aquí es donde la cosa se pone interesante para Rusia. Si miramos un mapa de Oriente Medio veremos que los pozos saudíes se encuentran rodeados de población chiíta, que han recibido en todos estos años escasos o nulos frutos de tan trillonarias explotaciones controladas por los sunitas. Y lo mismo podríamos decir de los pozos de Bahraín.

A nadie se le debe escapar que Irán lleva años infiltrándose en la población chiíta de Arabia Saudí y de Bahraín para desestabilizar el dominio económico sunita, que por su parte ha venido gestionando bastante bien el conflicto gracias a la ayuda de la tecnología militar norteamericana. ¿Pero puede cambiar este escenario en el futuro? ¿Veremos una extensión y exacerbación de los conflictos civiles internos y externos ya existentes en Oriente Medio?

Cuando menos, Putin se está preparando convenientemente para ese escenario, que no nos engañemos, favorecería mucho los intereses de Rusia a largo plazo. Sin duda, un nuevo conflicto violento entre Iran y Arabia Saudí dispararía el precio del barril de petróleo a los $200′- Y Europa, Japón y también China se harían aún más dependientes del petróleo y el gas ruso, cuyo precio duplicado respecto al actual iría directamente en vena del crecimiento espectacular de la economía -y la influencia- rusa. Por tanto Putin vería como ese escenario le beneficia tanto geopolíticamente como económicamente.

Sería un escenario tan positivo para Rusia (y para otros también), que la tentación de dejar que los acontecimientos fluyan, vendiéndoles armas por ejemplo, es tristemente enorme. Y más aún si cabe porque los sunitas de Oriente Medio no son para nada amigos de Rusia, después de que los primeros haya financiado rebeliones que han perjudicado directamente a Moscú, como en el Daguestán, Chechenia, etc. Por tanto es demasiado tentador para Putin devolverle las bofetadas a los sunitas mediante el soporte inconfesable a los chiítas para que se rebelen. Por supuesto, para que la potenciación del conflicto entre sunitas y chiítas sea suficientemente efectivo, necesita vender armas a los chiítas, pero también poder entregárselas de forma continuada, segura y fluida. Y para ello son necesarios barcos y un puerto. De ahí la mayúscula importancia de dominar Sebastopol, para poder unir libremente la ruta entre Crimea y el puerto de Tartus en Siria (a 30km del Líbano y frente a Chipre), donde Rusia mantiene su última base naval fuera de sus fronteras, construida durante la Guerra Fría.

No obstante, en una visión simplista de la mayoría de analistas, el conflicto se limita la posibilidad de que Putin quiera seguir hacia el norte de Crimea con su anexión de regiones rusófonas ucranianas para proteger la integridad de las etnias rusas del centralismo de Kiev. Es cierto que esas zonas son ya muy conflictivas e inestables a raíz de la recentralización perpetrada por el nuevo gobierno de Kiev (recordemos que lo primero que hizo fue prohibir el uso oficial de la lengua rusa) y por la apadrinada autodeterminación de Crimea. Y está ciertamente en peligro la convivencia de ucranianos pro-europeos con los pro-rusos del este del país. Por tanto es un temor razonable. Pero no debemos olvidar dos máximas que han guiado históricamente las decisiones del Kremlin: a) Prioridad absoluta al acceso estratégico a puertos en aguas templadas. b) Relegación del bienestar de la población rusa ante cualquier otra prioridad. Por tanto, podríamos decir que el interés de Rusia en la anexión de Crimea es probable que obedezca más a la primera que a la segunda. Y que el conflicto actual no significa que Putin vaya a tratar de absorber a las minorías rusas del resto de Ucrania, donde quiera que estén y como quiera que estén. La cuestión principal es si Rusia utilizará la anexión del puerto de Sebastopol para atizar el conflicto entre chiítas y sunitas a través de la base rusa en el puerto sirio de Tartus. Y si con ello indirectamente hará disparar el precio del petróleo, para regocijo de su propia economía y liderazgo mundial.

Después de todo, es una estrategia razonable, dado que sobre la mesa de occidente se han puesto las cartas para una potencial caída del precio del crudo a medio plazo: Aumento de la producción norteamericana, el acercamiento del nuevo presidente iraní hacia occidente, la reactivación de la política nuclear en Japón, la caída generalizada y cíclica de todas las materias primas, coincidiendo con la ralentización del crecimiento global, o las perspectivas de un futuro más estable en Iraq o Libia. Es razonable pues que Putin, después de su experiencia a finales de los ’90, quiera a toda costa evitar una caída del precio del petróleo mediante su influencia en Oriente Medio. Y para ello la ruta Crimea-Siria es primordial.

Además el momento es propicio, puesto que Obama está rompiendo algunos lazos con sus aliados saudíes y mejorando su relación con los chiítas. De modo que Rusia tiene un escenario mejor que en el pasado para conseguir sus objetivos. En ese sentido, la anexión de Crimea puede ser la antesala de un recrudecimiento del conflicto sunita-chiíta, que derivará en un incremento de los pedidos armamentísticos a Francia (que se ha quedado como el único proveedor de los saudíes al retirarse de ese mercado los norteamericanos). Y por tanto la anexión de Crimea puede anunciar próximas subidas del precio del crudo.

Sin embargo, a corto plazo bien se podría ver el efecto contrario, ya que los principales productores se podrían poner de acuerdo para contrarrestar ese efecto de incremento de precio y hundirlo, liberando también reservas estratégicas de millones de barriles (los EE.UU. ya anunciaron una próxima liberación de reservas la semana pasada). Pero si los EE.UU. siguen desvinculándose de sus implicaciones en Oriente Medio, Rusia, con la reciente anexión de Crimea, bien podría suministrar armas e inteligencia a destajo a los chiítas para conseguir un petróleo a precios estratosféricos por la exacerbación de los conflictos con los sunitas.

Por tanto, los que crean que el Dept. de Estado norteamericano tiene la situación bajo control, pueden verse favorecidos mediante inversiones en activos de riesgo como las bolsas del mundo desarrollado a corto plazo. Mientras que por otra parte, quien crea que el maquiavelismo de Putin conseguirá desestabilizar la zona, posiblemente obtendrá buenos resultados a corto o medio plazo invirtiendo en empresas petroleras rusas, que por cierto con el conflicto crimeo cotizan a múltiplos de tan sólo 3 o 4 años de beneficios, como ya advertimos en «Desde Rusia con (más) Valor». Aviso a navegantes.

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