La Europa de la Cerveza vs la Europa del Vino
Un amigo mío me habló de la frontera o línea de la cerveza, refiriéndose a la división fronteriza imaginaria que separa la Europa acreedora, rica y productiva, de la deudora, insolvente y recesiva. Es decir que las casualidades -o no- de la vida, y la victoria de Hollande en Francia, han hecho que la Eurozona se divida ahora mismo en los países ricos, que habitualmente consumen y producen cerveza, y los países pobres, que tradicionalmente han tenido y tienen preferencias mucho más vitivinícolas. Dos culturas muy distintas y probablemente dos formas de ver y vivir la vida también muy distanciadas.
Recientemente, con el cambio de bando radical de Francia, también se ha bautizado nuestro frente vinícola como ClubMed, debido a la proximidad y la importancia del Mare Nostrum en Italia, Francia y España. Lejos queda ya el eje Merkozy que relegaba a la periferia europea al rol de parias obedientes ante la autoridad francoalemana. Con la llegada de Hollande los deudores en su conjunto parecen tener un cierto glamour donde antes tan sólo había reprimenda y humillación. Ahora parece que la Europa del Vino, el Mediterráneo y el sol, tienen algo que decir ante las decisiones críticas que la Eurozona debe tomar. Un inmerecido protagonismo que es fruto de la obesidad mórbida de su deuda conjunta, no nos engañemos. No obstante, esa mayor influencia del ClubMed no parece estar resolviendo la agonía y el bloqueo que la Eurozona está sufriendo desde hace ya un par de años.
¿Pero cuál es el motivo de que el colapso europeo no avance hacia una Europa unida financiera y fiscalmente? ¿Es Alemania el ogro que impide la evolución definitiva de la Eurozona por su negativa a sufragar nuestras deudas? La respuesta es no. Alemania accede a mutualizar la deuda, la insolvencia y el riesgo, pero siempre que antes se mutualice también la soberanía. Es decir, que la Europa cervecera accede a pagar la factura sólo si la Europa vinícola accede a ceder su soberanía a un gobierno europeo unificado. Y ahí viene el problema, puesto que con la Iglesia hemos topado. Francia y su república revolucionaria no contempla hoy por hoy una cesión de la soberanía a tan alto nivel. Resulta imposible para un político sobrevivir justificando esa cesión histórica ante su electorado, y la cobardía y el instinto de supervivencia ya sabemos que se adueñó de la política hace décadas. Por su lado, Italia y España son países cuya soberanía es también muy preciada, y sus culturas muy marcadas. Imperios de antaño que no van a dejar que se les gobierne desde fuera tan fácilmente, a pesar de que no podamos permitirnos tener nuestro propio gobierno.
El problema es que ya se empezó a ceder soberanía monetaria hace 20 años. Y se sembró entonces, casi sin saberlo, la futura cesión soberana total. Porque no se puede tener una única moneda sin tener un único Tesoro y una única Hacienda Pública. Un único Gobierno, en definitiva. Pero nuestros políticos europeístas, con Helmut Kohl al frente, creyeron en el siglo pasado que las casas se podían comenzar por el tejado sin temor al derrumbe. Y además creyeron poder dejar indefinidamente esa sóla fase construída y la obra parada. Pero no. La Eurozona será, unificando una única soberanía europea, o no será. Y eso es precisamente lo que reclama Alemania a cambio de asumir nuestras deudas e insolvencias, que ya son extremas.
Por tanto a nadie se le debería escapar que la responsabilidad del impasse o callejón sin salida en el que se retuerce la Eurozona, es compartida por ambos bandos: El cervecero y el vitivinícola. Los primeros por exigir la cesión soberana de los segundos, y éstos por exigir los rescates a cambio exclusivamente de reconocer más y más deuda. Personalmente estoy dispuesto a ceder toda la soberanía que haga falta a un Gobierno europeo, en el que lógicamente pesará mucho la europa cervecera. Por población y por envergadura de sus economías. Al fin y al cabo ellos han demostrado gobernarse mejor que nosotros. Pero parece que nuestros dirigentes y conciudadanos vitivinícolas no están por la labor de cambiar sus costumbres y brindar de vez en cuando con cerveza caliente. ¿Pero quién dijo que ser Europeo iba a ser compatible con nuestros vinos, si nuestras economías necesitan los rescates de los productores de cerveza?
Sin cesión soberana inmediata, esto tiene mala pinta… de cerveza, claro.