Adaptando nuestras inversiones a la nueva era económica.
A nadie se le debería escapar que el mundo de las finanzas y las inversiones que conocíamos antes de la crisis de deuda -hace ya una década- era bien distinto. En aquel entonces bastaba con invertir en buenas compañías cotizadas a buen precio (renta variable) para aquellos que buscaban rendimientos razonables a largo plazo. Y toda la parte del capital no tolerante a la alta volatilidad bastaba con «aparcarla» en renta fija sentándose en bonos de emisores desarrollados que pagaban algún punto por encima del precio del dinero, aunque no siempre de la inflación real. Y es que por aquel entonces el dinero tenía un precio razonable, y por tanto todo el mundo que lo pedía prestado debía hacer un muy buen uso de él si quería amortizar ese coste y no pillarse los dedos en aventuras ineficientes.
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Hace unos 7-8 años, después del reventón de la burbuja inmobiliaria y de deuda, los bancos centrales comenzaron a desvirtuarlo todo regando con dinero nuevo el Mundo. Y el dinero gratis no sólo genera su uso ineficiente, premiando a quienes deben más y son menos competitivos, sino también penalizando a quienes lo tienen. Es la selva donde impera la ley del más fuerte, y con la burbuja de deuda del 2007 que todavía arrastramos, la ley que ha imperado es la del deudor.
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Desgraciadamente la mayoría de inversores -y por tanto acreedores del universo deudor- no se han percatado del radical cambio en las reglas de juego que han impuesto los bancos centrales con la excusa de «salvar el sistema financiero». Y siguen invirtiendo su dinero bajo las reglas antiguas y directrices de banqueros y asesores obsoletos: En bolsa la parte que soporta volatilidad y en renta fija la que no la soporta.
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En cuanto a la bolsa, no son conscientes que la mayoría de empresas cotizadas tienen desde hace una década acceso a dinero gratis, y que ello permite la supervivencia de empresas ineficientes que deberían extinguirse en condiciones normales de precio del dinero. Esto les lleva a encontrar infinidad de compañías en mal estado, en muy mal estado y cotizando caras, muy caras. Pero el inversor inconsciente sigue comprando fondos de inversión de renta variable mediocres (como siempre hizo con resultados aceptables), pensando erróneamente que los gestores de esos fondos sabrán discriminar las compañías interesantes de las que no lo son. Al igual que ocurre en un concurso de pesca cuando el lago está repleto de peces (buenas compañías en un entorno económico con dinero a un precio justo), donde tanto los buenos pescadores como los no tan buenos consiguen un botín aceptable. ¿Pero qué pasa si el concurso de pesca se realiza en un lugar donde las aguas están contaminadas y los peces escasean? Ahí los pescadores mediocres se quedarán a dos velas, y si se quiere cenar pescado todas las noches, habrá que confiar sólo en los mejores pescadores del lugar y contentarse con piezas más modestas que antaño, cuando las aguas eran cristalinas y rebosantes de vida.
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Esta es la situación actual para los inversores en bolsa. Sólo conseguirán rendimientos aceptables si confían en los mejores gestores que saben seleccionar las escasas buenas empresas a buenos precios en las contaminadas aguas de bolsas caras y compañías ineficientes e insanas.
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Si os deprime este escenario lamento anunciaros que lo que ocurre con la renta fija es aún mucho peor. Los tipos a cero o negativos y la intervención de los principales bancos centrales de todo el mundo, con sus facilidades cuantitativas jamás vistas en toda la Historia económica de la humanidad, han convertido la renta fija en un vertedero de deuda del que solo se puede salir apestado y herido. La mayoría de la deuda en circulación es insolvente -consecuencia directa del dinero gratis- y además cotiza a precios estratosféricos, aplastando su rentabilidad hasta niveles ridículamente bajos o incluso negativos si existe cierta solvencia en su emisor. No hay forma de invertir en renta fija tradicional sin asumir un riesgo de pérdidas permanentes, es decir no recuperables en menos de 5-7 años sin ayuda de la inflación. Como ya dijimos en «El Silencio de los Conservadores» el pasado año, los inversores tradicionalmente conservadores están asumiendo unos riesgos que ni se imaginan. Muchos han seguido las directrices de gestores y asesores que simplemente no conocen alternativas conservadoras más allá de la tradicional renta fija. Otros sin embargo, sabedores del riesgo de insolvencia global, han seguido comprando los activos subvencionados directa o indirectamente por los bancos centrales por miedo a ir a contracorriente, a llevarle la contraria a quienes tienen el poder de fabricar dinero. Todos ellos han asumido, y están asumiendo un riesgo fundamental que combina insolvencia con (in)decisiones políticas. Es cierto que hasta hoy la apuesta les ha salido bien, ya que los bonos de países y empresas insolventes han subido de precio hasta niveles aberrantes. Y ello les ha supuesto unos beneficios adicionales a los cupones, que religiosamente los bancos centrales se han encargado de que puedan pagar. Pero este perfil inversor, que navega a la deriva de las corrientes de bancos centrales y del Mercado en general, no se puede calificar de conservador por el simple hecho de no invertir en la volátil bolsa y haber salido airosos hasta el día de hoy. La menor volatilidad de la renta fija tradicional no implica un menor riesgo, demostrando una vez más que volatilidad y riesgo son conceptos muy distintos, aunque buena parte del sector financiero los confunda.
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Es cierto que llevamos en esta situación ya varios años y que los temerarios inversores de renta fija tradicional y bolsas caras han obtenido rendimientos razonables y escasos disgustos hasta la fecha. Pero no debemos confundir apuestas, que temporalmente pueden ser ganadoras, con inversiones para hacer progresar nuestros patrimonios a largo plazo, sin pérdidas permanentes en el camino.
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La adaptación de nuestras inversiones a la nueva era de la renta variable no es fácil sin el asesoramiento adecuado. El inversor debe afinar más que nunca la selección de gestores de fondos de inversión internacional y abarcar mercados más exóticos donde el crecimiento económico aún tiene mucho recorrido (lo cual es más fácil decirlo que hacerlo). Haberlos haylos comercializados en España, pero no en el banco de la esquina, desgraciadamente, y el abanico es muy escaso. Por otro lado, adaptar nuestras inversiones en renta no variable, o sea el equivalente de la tradicional renta fija, es todavía mucho más complicado: Hay que escarbar en estrategias muy diversas y fondos de cobertura que no se comercializan en España, ni en la mayoría de casos tan siquiera en formato UCITs. Hay que ir a buscarlos en bancos internacionales y suscribirlos desde vehículos de inversión personales que sólo son accesibles para inversores bien informados y de tamaño medio o institucional (a partir de 300.ooo o 400.000 eur).
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Esta dificultad para adaptar las inversiones de los pequeños ahorradores a la nueva era, es una injusticia que los condena a dejar sus 50 o 100 mil euros en el banco de la esquina, asumiendo riesgos enormes en los próximos años. Es decir, los condena a comprar los productos y fondos que les vende la banca comercial, invirtiendo en compañías caras e ineficientes a través de gestores de fondos de renta variable mediocres, e invirtiendo en bonos y fondos de renta fija repletos de papel mojado caro e insolvente como jamás se ha visto en la historia de las finanzas. Lamentable e injusto, pero son pasto inevitable de las pérdidas permanentes que vendrán en los próximos años.
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Colaboración de Cluster Family Office con el blog de Cobas AM. - Cluster Family Office 25/07/2017