Médicos, abogados, economistas o empresarios: Todos somos Inversores.
Parece que el mundo se divide entre las personas que ahorran y las que no lo hacen. Pero muchos de los que dicen vivir al día, en algún momento de sus vidas (mayoritariamente en su madurez) y con el permiso de los azotes de esta crisis, tienden a ahorrar algún dinerito para su vejez o para el futuro incierto. Sin embargo la mayoría de estos previsores jamás se han considerado Inversores, sino simples ahorradores. Warren Buffett dijo que invertir es gastar menos hoy para que en el futuro podamos gastar más, y dio en el clavo, como casi siempre.
Lo que la mayoría de ahorradores ignora es que su dinero, por el mero hecho de estar ingresado en un banco, ya está invertido, aunque sea de la forma más inútil,temeraria, poco provechosa y fiscalmente ineficiente. Así es, el dinero es un activo con un coste de oportunidad intrínseco e inmediato. O sea que la simple tenencia de ese dinero debe generar más dinero, o se incurre en un coste de oportunidad flagrante. La inflación se encargará de demostrárnoslo pasados unos años, cuando dicho coste de oportunidad ya será irrecuperable.
¿Pero por qué decimos que el dinero tiene un coste de oportunidad inmediato? Pues porque en el sistema capitalista y de Mercado en el que vive la práctica totalidad del planeta (con el permiso de Corea del Norte o Cuba), la cesión de nuestro dinero a terceros que potencialmente emprenderán y crearán riqueza, tiene un precio que debemos cobrar. Un premio para el que hemos meritado por el hecho de prestar nuestro dinero a otros, una materia prima con la que tratarán a su vez de generar más riqueza. Porque no olvidemos que la Riqueza no sólo se transforma (cambia de manos), sino que también se crea y se destruye, a diferencia de lo que ocurre con la energía y la materia. Y quien no lo crea que se lo pregunte a los inversores que compraron acciones de cualquier banco o inmuebles en España en el último lustro…
El mero ingreso de nuestro dinero en nuestra cuenta bancaria, lo pone a disposición de terceros para que puedan crear riqueza. Y por lo tanto, este simple gesto de guardar nuestros ahorros en el banco nos transforma en inversores, aún sin ser conscientes de ello. Por eso, más les valdría a todos los ahorradores concienciarse de que todo el mundo que disponga de algún dinero sobrante, debe formarse y asesorarse como cualquier inversor que se precie de serlo.
Es más, resulta absurdo ver cómo médicos, abogados o incluso economistas y demás profesionales y empresarios, priorizan su formación y estudios para conseguir carreras brillantes. Trayectorias profesionales que acaban generando con los años unos patrimonios más que atractivos, pero para cuya gestión, sus propietarios jamás se han preparado ni asesorado convenientemente. Simplemente porque se han obcecado en alcanzar el mayor éxito en sus profesiones, y han considerado superflua la formación y la búsqueda del mejor asesoramiento para la gestión de los activos ganados con el sudor de sus frentes. Para ellos sólo tiene valor ganar dinero a través de su actividad profesional, y no hacerlo a través de la tenencia (inversión) del dinero en sí misma. Ignoran el coste de oportunidad que dicha tenencia conlleva de manera intrínseca e inmediata. Craso error.
La mayoría de estos cirujanos, abogados o empresarios de éxito, ceden el control de su dinero -y por tanto de sus inversiones- a meros banqueros de guante blanco o incluso gris, cuya mediocridad sólo se ve superada por su falta de ética y honestidad. Los resultados suelen ser costes de oportunidad que claman al cielo, cuando no auténticas meriendas de negros.
¿De qué les sirve entonces seguir ganando dinero en sus profesiones, si asumen riesgos y costes de oportunidad tremendos e injustificables en la gestión de sus inversiones? No sólo de nada, sino que además en muchos casos desemboca en finales trágicos. Es muy común ver cómo eminentes médicos y profesionales que han ganado fortunas en sus consultas, alcanzan la edad de jubilación, y por tanto del cese de lucro profesional, echando cuentas para que sus ahorros les alcancen hasta sus últimos días sin un deterioro significativo de sus trenes de vida (y el de sus hijos). Y lo mismo ocurre con empresarios, abogados y demás profesionales de mayor o menor éxito.
Pero en todos estos casos, el final debiera haber sido muy otro. Los ingresos holgados a lo largo de muchos años de profesión, y por tanto con una capacidad de ahorro considerable y sostenida, debe obligatoriamente convertirse en un patrimonio generador de nuevos ingresos y riquezas. De manera constante y creciente. Y esa correcta gestión de los activos debe minimizar, con el paso de los años, la importancia de los ingresos profesionales para esas Familias. De modo que, llegada la tercera edad, y con ella el cese del lucro derivado de la profesión, no suponga en absoluto un cese de los ingresos familiares, ni en absoluto un deterioro de su calidad de vida, sino más bien al contrario.
Sea cual sea nuestra vocación jamás debemos olvidar que, a poco que tengamos un cierto éxito en ella, generaremos unos ahorros de los que nos tendremos que ocupar de manera competente. Y para ello tenemos dos opciones, que deben ser además complementarias: Formarnos en la medida de nuestras posibilidades en la gestión patrimonial, de la mano de los mejores inversores Value del planeta; y por otro lado esforzarnos en encontrar permanentemente el mejor asesoramiento con el que caminar de la mano durante toda nuestra vida inversora. Un asesoramiento que no nos debe intoxicar ni apartar de la senda de la inversión Value, es decir de la búsqueda de la creación de Valor (empresarial) en nuestras inversiones. Porque a nadie se le debería escapar que, para bien o para mal, la gestión de nuestro patrimonio ganado, a largo plazo, será mucho más determinante para nuestro bienestar familiar y el de las futuras generaciones, que nuestro éxito profesional.