Aparecía hace unos días la noticia curiosa, aunque no sorprendente, de que el octogenario George Soros había sido encausado por una acriz de telenovela brasileña de 28 añitos, Adriana Ferreyr. Parece ser que el multimillonario, retirado recientemente como gestor de fondos, presuntamente prometió a la actriz comprarle un apartamento en Manhattan valorado en 2M de dólares. De hecho lo compró, pero con tan mala fortuna para Adriana, que inmediatamente después se rompió su relación. Sus abogados reclaman ahora 50M para resarcirse del disgusto, daño moral, acoso y no sé cuántas cosas más.
Parece la repetición consabida de la mezcla de estupidez y riqueza con belleza y viveza. Y probablemente lo sea. Así que para distraernos de tanta turbulencia en los mercados y aligerar y animar el veranito, os ofrecemos de nuevo el artículo titulado Matrimonio y Patrimonio, que va como anillo al dedo (y nunca mejor dicho) al caso de Soros y Adriana, y también a tantos y tantos casos de inversores que creen ver amor en los libidinosos ojos de sus banqueros. Ahora veréis porqué. Algunos ya lo conoceréis porque se trata de una publicación de un anuncio en prensa económica de los EE.UU. Me he permitido la licencia de pulir un poco la traducción del inglés. El anuncio en cuestión dice así:
“Soy una chica guapa, maravillosamente guapa, de 25 años. Estoy bien formada y tengo clase. Me quiero casar con álguien que gane como mínimo medio millón de dólares al año. Entre los lectores de este portal, ¿hay algún hombre que gane 500.000 dólares o más? Quizás las esposas de los que ganen eso me puedan dar algunos consejos.
He sido novia de hombres que ganan de 200 a 250 mil, pero no puedo pasar de eso y 250 mil no me van a hacer vivir en el Central Park West. Conozco a una mujer, de mi clase de yoga, que se casó con un banquero y vive en Tribeca, sin embargo ella no es tan guapa como yo, ni es inteligente. Entonces, ¿qué es lo que ella hizo y yo no hice? ¿Cómo puedo llegar al nivel de ella?”
Rafaela S.
Hasta aquí, un anuncio peculiar en un periódico económico, en el país donde todo esto es posible. Pero atención a la respuesta que le dió un lector y a la vez rico inversor:
“Leí su consulta con gran interés, pensé cuidadosamente en su caso e hice un análisis de la situación. Primeramente no estoy haciéndole perder tiempo, pues gano más de 500 mil por año, aclarado esto, considero los hechos de la siguiente forma: Dejando los rodeos de lado, lo que Ud ofrece, visto desde la perspectiva de un hombre como el que Ud busca, es simplemente un pésimo negocio. He aquí las razones: Ud pone la belleza física y yo pongo el dinero. Propuesta clara, sin entrelíneas. Sin embargo existe un problema: Con seguridad, su belleza va a decaer y un día va a terminar, y lo más probable es que mi dinero continúe creciendo, más y más.
Así, en términos económicos, Ud es un activo que sufre depreciación y yo soy un activo que rinde dividendos. Ud no sólo sufre depreciación, sino que como ésta es progresiva, ¡aumenta siempre! Aclarando más, Ud tiene hoy 25 años y va a continuar siendo guapa durante los próximos 5/10 años, pero siempre un poco menos cada año, y de repente si se compara con una foto de hoy, verá que ya estará envejecida. Esto quiere decir, que Ud está hoy en ‘alza’, en la época ideal para ser vendida, pero no para ser comprada. Usando lenguaje de Wall Street, quien la tiene hoy la debe de tener en ‘trading position’ (posición para comercializar, o en venta), y no en ‘buy and hold’ (compre y retenga), que es para lo que Ud se ofrece… Por lo tanto, todavía en términos comerciales, un matrimonio con Ud (que es un ‘buy and hold’) no es un buen negocio a medio / largo plazo. Sin embargo alquilarla sí puede serlo y, en términos sociales, puede ser un negocio razonable que podemos meditar y pretender. Yo pienso, que mediante certificación de, cuán ‘bien formada, con clase y maravillosamente guapa’ es, yo probable futuro arrendatario de esa ‘máquina’, quiero lo que es de práctica habitual: Hacer una prueba, o sea un ‘test drive…’ para concretar la posible operación. Puedo agendarla.
Jack Paul Henderson Inversor.
Gracioso anuncio y graciosa respuesta, sin duda. Pero vamos a ir un poco más allá en nuestra reflexión: Extrapolemos la relación rico/chica sexy con la de inversor/banco. Quizás algunos inversores de bolsa y, sobre todo, sus gestores bancarios o de las entidades financieras con las que arriesguen su dinero, vengan pensando desde hace meses o años, que la buena decisión es el matrimonio con dicha señorita. Es decir, confiar su dinero al gestor para que éste haga lo que quiera con él a largo plazo. Hasta que el tormentoso desastre o la ruptura de una relación que en realidad sólo busca sexo rapido y no un amor duradero.
Quizás los inversores piensen que esas incipientes arrugas de sus flamantes banqueros están a punto de desaparecer y que a largo plazo sus esposas siempre ganarán belleza, a pesar de que a corto puedan envejecer. Y es muy posible que en ese caso concreto algún día lo hagan, pero quizás su cliente no viva lo suficiente y pase sus últimos años junto a una compañera muy desagradable. Sin embargo existen otras señoritas que nos pueden hacer más felices hoy, sin tener que esperar un largo plazo que tal vez nunca conozcamos, y que envejecerán igual o mejor. O quizás nuestros gestores sólo tengan interés en que permanezcamos el mayor tiempo casándonos y divorciándonos repetidamente para conseguir inconfesables comisiones en cada una de nuestras nuevas citas románticas, con sus consiguientes posteriores visitas al despacho de los abogados matrimonialistas que realizarán ávidamente nuestras munisvalías. Quizás nos propongan la poligamia con el mayor número de “activos” posible (tanto como nuestro patrimonio lo permita), rotando nuestros corazones varias veces al año, independientemente de si la belleza de nuestras conquistas es alcista o bajista. Ay del pobre corazón que pague a su chica en función de los placeres carnales que le proporcione. Su corazón aguantará poco tiempo… o cada vez le resultará más difícil alcanzar el clímax con su envejecida compañera.
A los sumo, nuestros gestores se apuntarán al carro del más maquiavélico márketing cobrando comisiones de éxito, es decir, dependiendo de la cantidad de placer recibido. Para ello, obviamente, nos proporcionarán un gran número de candidatas asumiendo riesgos sanitarios, sentimentales y costes desenfrenados y lujuriosos de todo tipo, y cruzarán sus dedos para que en alguna de estas citas, una de esas candidatas nos satisfaga lo suficiente como para alcanzar su success fee estableceido. Les dará igual si en los múltiples fracasos asumimos riesgos gravísimos, lo intentarán todo por conseguir el placer suficiente para cobrar su comisión de éxito, el suyo, claro.
Lo que es indudable es que ninguno de nuestros gestores va a preocuparse por nuestro corazón, sino por nuestro cuerpo. Sin embargo, al igual que en la relación matrimonial, en nuestro patrimonio necesitamos a largo plazo una relación estable que sepa compensar sobradamente el envejecimiento natural con una relación de Amor, complicidad, compañerismo, y en definitiva todas las virtudes de una pareja estable con la que encontremos la Felicidad. ¿Por qué los gestores le llaman Amor cuando en realidad quieren decir Sexo? Incluso la señorita y el Inversor del anuncio distinguen perfectamente una cosa de la otra.
Bueno, será que el Sexo siempre ha sido económicamente más rentable. Pero sólo cuando la vida nos sonríe, somos jóvenes, guapos y ricos. Es decir, sólo a corto plazo, y la vida del Inversor en mayúsculas es otra cosa. Si seguimos las indicaciones de estos gestores, con toda seguridad terminaremos nuestra vida inversora viejos, cansados, enfermos, sólos y pobres, muy pobres. Cuando hablamos de gestión Patrimonial debemos tener presentes ambos conceptos: Amor y Sexo, por este órden. Porque si nos centramos sólo en lo segundo, a medio o largo plazo lo vamos a pasar muy mal. Pero desgraciadamente, la banca privada y las demás gestoras de patrimonio se centran exclusivamente en hacernos pasar un buen rato… o incluso malo. Al fin y al cabo, eso poco le importa a los macarras.
Es más fácil quedar bien como amante que como marido; porque es más fácil ser oportuno e ingenioso de vez en cuando que todos los días.