Warren Buffett, conceptos para marcar a fuego en el inversor. Capítulo 1: Endeudamiento.
Buffett ha sido y será uno de los genios del mundo de la inversión durante generaciones. Un personaje que, al igual que otros insignes como Einstein, Gandhi o Adam Smith, dejan una huella intelectual que hace avanzar y evolucionar a quienes se interesan por beber de sus conocimientos. Por ello, merece la pena que dediquemos algunos artículos a recordar algunas de sus citas y reflexiones más interesantes que ha hecho públicas a lo largo de su larga vida. Los razonamientos, frases y conclusiones que incluiremos en esta sere de artículos están extraídos de las múltiples Cartas a los Accionistas que ha publicado Berkshire Hathaway a lo largo de décadas, conferencias, coloquios universitarios, entrevistas en múltiples medios de comunicación, ensayos personales o comentarios realizados en la Comisión de Investigación sobre la Crisis Financiera.
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En este Capítulo 1 trataremos algunos pensamientos relacionados con el endeudamiento que resultarán deliciosos para cualquier inversor:
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Esencialmente existen dos tipos de endeudamiento, el público o del Estado, y el privado o de la población (nos centraremos en el endeudamiento privado, ya que de todos es sabido que el público suele utilizarse de manera nefasta y abusiva hasta niveles de endeudamiento tan descomunales como los actuales en los Estados desarrollados). Dentro del endeudamiento privado también es imprescindible distinguir dos tipos: El endeudamiento para el consumo y el endeudamiento de inversión/ahorro.
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El endeudamiento para el consumo es algo malo, ya que tan sólo drena potencial de inversión y reduce las posibilidades de ganar dinero en el futuro. Ejemplos de deuda para el consumo sería un crédito para comprarse un coche, para hacer unas buenas vacaciones o las mismísimas tarjetas de crédito. Mientras que el endeudamiento de ahorro o inversión tiene un componente más positivo, ya que permiten cambiar fracciones de capital a lo largo del tiempo por otros activos que, teóricamente, deberían apreciarse durante ese mismo periodo de tiempo. El ejemplo más comunmente conocido es el de una hipoteca, en la que cambiamos dinero, que devolveremos fraccionadamente, por la adquisición de ladrillos que en principio van a mantener o superar el valor del dinero invertido en el tiempo. Otros endeudamientos para inversión son por ejemplo las líneas de crédito que permiten ampliar un negocio, bien comprando otras empresas o expandiéndose con nuevas instalaciones, maquinaria, personal, etc. Todo ello con la intención de que ese capital que se amortizará en el tiempo se transforme en otros activos que mantengan o superen su valor inicial.
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Sin embargo (o con él), las recomendaciones para evitar endeudarse de manera importante son diáfanas: Si eres inteligente no necesitas crédito, y si no lo eres no deberías utilizarlo. El endeudamiento es la única manera de arruinar a una persona inteligente. Si estás libre de deuda evitas meterte en problemas cuando las cosas no salen como habías planeado, cosa que ocurre en la mayoría de ocasiones.
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Comprar una empresa utilizando gran cantidad de endeudamiento, o asumiendo una gran deuda existente en esa empresa, generalmente da un resultado negativo. Es como conducir con un puñal en el volante apuntando a tu corazón. Más te vale ser un excelente conductor y ser extremadamente prudente, lo cual te evitará muchos accidentes, pero cuando tengas uno será mortal. Ese es el efecto perverso del endeudamiento, que contrarresta los muchos beneficios que te puede conllevar si todo sale sorprendentemente bien. Es como el alcohol, una copa es satisfactoria, pero 10 copas traen muchos problemas y te pueden arruinar la vida fácilmente.
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El endeudamiento, además, es adictivo. Cuando las cosas salen bien uno cree ser el más listo de la clase, y sus amigos, vecinos y entorno parecen confirmarlo con su admiración y aplausos. Cuando eso ocurre, nuestra naturaleza humana nos impide parar y bajarnos del tren. Lo mismo ocurre cuando Mr. Market sube y sube sin parar, los codiciosos inversores sólo ven su meritoria capacidad para ganar dinero en bolsa. No importa el precio de las empresas que está comprando, sólo los beneficios que consigue día tras día. Hasta que alguna cosa se tuerce. En ese momento el puñal del volante atraviesa, rápida e irremediablemente, el corazón del eufórico conductor endeudado.