Gambito de Dama en Rusia
Seguramente os sonará este título puesto que hace apenas seis meses publicamos el artículo titulado «Gambito de Dama en China» en el que analizábamos las razones por la cuales Xi Jinping había tomado ciertas medidas de control interno. Pues bien, ahora estamos asistiendo a otra partida de ajedrez, esta vez en el tablero geopolítico internacional europeo con Biden y Putin como contrincantes, ante la atentísima mirada de Alemania, el resto de paises europeos y por supuesto China, siempre a la espera de aprovechar cualquier escenario resultante.
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No es menor advertir el detalle de que este conflicto entre la OTAN (Biden), Ucrania y Rusia (Putin), coincide con la negociación de EE.UU. con Irán sobre el tema nuclear y las sanciones aplicables. Y es que el trasfondo de todo el conflicto no es otro que el flujo energético global de los próximos años. Podríamos llamarlo el Nuevo Orden Energético Mundial.
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Conviene advertir que las noticias que emiten los medios occidentales son más que sesgadas… ¿Cuántas imágenes de tropas y armas pesadas de la OTAN en Ucrania se han visto en nuestras televisiones occidentales? Y sin embargo haberlas haylas y muchas, pero sólo aparecen una y otra vez las amenazantes tropas rusas por doquier. De hecho la rueda de prensa que perpetró el pasado jueves 3 de febrero el portavoz del Dep. de Estado Ned Price no tiene desperdicio. En ella Price acusó al veterano periodista Matt Lee de preferir la versión oficial rusa ante la norteamericana respecto a la presunta existencia de la preparación de un ataque de falsa bandera, mientras que Lee sólo pedía una y otra vez alguna prueba de ello al portavoz del Dep de Estado norteamericano, que venía a decir que las pruebas eran simplemente la declaración oficial que acababa de realizar. Aquí tenéis el fragmento del video con el tenso momento de la rueda de prensa del pasado jueves. Por cierto, Ned Price ya no ha aparecido ante la prensa en el evento del día siguiente 4 de febrero… La guinda del pastel propagandístico occidental es el error de nada menos que Bloomberg publicando fugazmente el titular «Russia invades Ukraine» antes de que se haya perpretrado ese presunto ataque de falsa bandera o cualquier otro movimiento para el cual esté diseñado dicho titular. Todas ellas son muestras del sesgo informativo que también sufrimos en Occidente y no sólo en los medios orientales controlados por chinos o rusos.
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Por ello hay que recordar una y otra vez que el inicio del conflicto lo ha causado la amenaza de la inclusión inminente de Ucrania en la OTAN, atiada insistentemente por los EE.UU., para poder colocar armamento pesado en la misma linea fronteriza rusa. Esa y no otra ha sido la apertura de la partida de ajedrez y del conflicto, en la que Biden ha realizado el primer movimiento hostil. Y debido a esa apertura amenazante se ha generado una lógica respuesta por parte de Rusia que, enseñando los dientes, ha acumulado tropas alrededor de Ucrania para tratar de conseguir que Biden y su OTAN vuelvan a la casilla de salida y quede el tablero de ajedrez tal y como estaba. Por tanto estamos ante un enfrentamiento que no se habría producido si Biden no hubiera avanzado activamente en la inclusión de Ucrania en la alianza militar occidental, a pesar de que los medios occidentales insistan en vender la idea de que ha sido Putin quien ha iniciado el conflicto amenazando con invadir Ucrania unilateralmente, algo que ha desmentido el Kremlin del derecho y del revés inútilmente. Así pues estamos ante una acción de EE.UU. y una reacción de Rusia, y no al contrario como venden todos los medios de comunicación occidentales sin el más minimo rigor ni rubor.
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Hecho este preámbulo necesario, entremos pues en materia del conclifto en sí. Partamos de la base de que todo conflicto político-militar que no derive en una guerra abierta clásica, en desuso en el mundo desarrollado desde la Segunda Guerra Mundial, tiene ganadores y perdedores relativos. Y que a menudo el desenlace más factible es el más plausible, es decir aquel en el que todas las partes implicadas sufren el menor daño económico posible.
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En este conflicto USA-OTAN-Ucrania-Rusia, el desenlace menos hiriente sería el compromiso por parte de Ucrania de no entrar en el club de la Alianza Atlántica, al menos durante alguna década, a cambio de que Rusia renuncie también a incorporar nuevos territorios rusófilos del Este de Ucrania o incluso a cambio de devolver algunos de los que tiene ya bajo su dominio en el Donbass. Es decir, poco más o menos, volver a la casilla de salida de hace tan sólo unos meses. Lógicamente, para llegar a ese punto, Putin «exige» la mayor, o sea que la linea de la OTAN regrese a las fronteras donde estaba en 1999, cuando se unieron a la alianza atlántica Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia, Rumanía, Eslovaquia y Bulgaria. Un gol militar occidental por toda la escuadra a la que entonces era una Rusia muy débil. Y esa demanda imposible de Putin es el cromo que estará más que dispuesto a conceder si consigue algunas décadas más de independencia de Ucrania de la alianza militar occidental.
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Un acuerdo tendría todo el sentido para ambas partes, como bien explican desde Gavekal en su informe sobre Rusia, puesto que permitiría la progresión económoca de Ucrania y la pacificación del endémico conflicto armado de bajo perfil que mantiene con Rusia en el Este del país, ambas cosas imposibles de conseguir si el conflicto se agrava. Para Putin supondría apagar el fuego de un nuevo frente de acercamiento amenazante de la OTAN a Moscú al menos durante unos cuantos años. Y para la UE sería el balón de oxígeno que necesita ávidamente para evitar la asfixia energética a la que se enfrentaría en el caso de que Rusia decida cerrarnos el grifo, no sólo el gasístico sino también el de petróleo.
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En cambio, si el conflicto se recrudece con sanciones galopantes contra Rusia, la respuesta lógica será el cierre del grifo hacia Europa y con ello sufriremos un aumento hasta el infinito y más allá del precio del combustible y un repunte inflacionario escandaloso. Eso a su vez generaría un radical aumento de tipos de interés en un entorno económico anémico, o sea una estanflación galopante de libro, lo cual desencadenaría todo tipo de desajustes en los mercados, primas de riesgo y también unos costes económicos que tardaríamos mucho tiempo recuperar (especialmente en el sur de Europa). Putin lo sabe y por tanto está dispuesto a hacer valer su poder para conseguir la reversión del tablero de ajedrez a la posición de inicio, o sea 2021. Biden, autosuficiente energéticamente, no tiene tanto que perder como Europa. Pero la desestabilización de una UE con costuras norte-sur ya semi-desgarradas, generaría un escenario en el que el bloque occidental quedaría en clara desventaja respecto a una alianza Chino-Rusa que pasa por uno de sus mejores momentos. Como muestra este botón en forma de un nuevo gasoducto y un acuerdo de suministro por 30 años entre Putin y Xi, que para más inri se ha establecido en Euros.
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No obstante, que la resolución del conflicto llegue vía pacto y desescalada no implica que no vayan a haber algunos bombazos y muertos, lamentablemente. Las negociaciones se suelen cerrar in-extremis, tanto en tiempo como en forma, es decir después de escaramuzas que parezcan augurar inminentes e inevitables escaladas militares. Pero recordemos que el coste económico de una guerra abierta (léase invasión terrestre y abiertos enfrentamientos militares OTAN-Rusia) es inasumible para Europa, alto para Rusia y peligrosísimo para la estabilidad del bloque occidental USA-UE.
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Por tanto el acuerdo parece el desenlace más probable. Pero posiblemente sea un acuerdo oficioso, es decir sin luz ni taquígrafos ni fotos de los líderes encajando manos ante los periodistas, pero acuerdo al fin y al cabo. Los únicos que perderían claramente en un escenario de desescalada y pacto entre Rusia y Occidente serían los políticos rusófobos y ultranazionalistas ucranianos (sí con «z» de nazis), otrora alimentados por occidente para perpetrar el golpe de estado de 2013 que fue blanqueado con el nombre de revolución de Euromaidán. Que por cierto no fue tal sino un cambio de régimen violento orquestado por Occidente, como bien explicó Rafael Poch en este clarividente artículo de 2014, que tuvo poco alcance mediático como era de esperar. Como decíamos, dichos ultranazionalistas ucranianos son perfectamente sacrificables, a cambio de que Europa no salte por los aires debido a la asfixia energética que podría derivarse de la culminación del ingreso de Ucrania en la OTAN.
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No obstante es cierto que a priori quien menos tiene que perder si el conflicto se recrudece es Biden, y eso añade riesgo e incertidumbre a la situación. Además, Putin sabe que no conseguirá concesiones si su amenaza militar no es 100% creíble, y para ello algún que otro derramamiento de sangre probablemente será inevitable. Pero, como ya hemos dicho, habitualmente las opciones que se acaban dando en todo conflicto son las menos costosas económicamente para las partes, y en este caso sin duda pasa por una marcha atrás temporal en la inclusión de Ucrania en la OTAN y vuelta a la casilla de salida de 2021 (que no de 1999 como plantea de inicio Putin en su carta a los Reyes Magos). El Cuarteto de Normandía sabe que son ellos cuatro quienes más se juegan en este conflicto, y se apresuran a negociar sin la injerencia de quien tiene menos que perder, o sea Biden y la OTAN.
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En todo este río revuelto, la ganancia de los pescadores que inviertan en Rusia en los momentos más críticos del conflicto será, como siempre, obvia sólo toro pasado. Y como siempre los chinos, los más listos de la clase, ya se están beneficiando estratégicamente del río revuelto ruso-europeo y siguen imparables hacia su hegemonía mundial.