La divisa mala o the bad currency
Mucho se ha hablado y escrito sobre la figura surrealista de los bancos malos (the bad banks). Esta estrategia de crear o designar un banco que asuma toda la toxicidad de la basura tituluzada en la última década, ha sido algo reiteradamente presente a lo largo de los últimos 3 años.
Es como poder concentrar las enfermedades de muchos en un sólo moribundo, enterrarlo y… a vivir de nuevo la dolce vita, que son dos días. Un maquiavélico trasvase de insolvencias cuya pretensión es liberar los balances del sistema financiero (bancos) cuyo hundimiento tendría efectos sistémicos o muy perjudiciales para la anhelada recuperación económico-financiera. Es como cavar un hoyo para enterrar precisamente un gran agujero contable concentrado en determinadas entidades creadas ad hoc. Puros «liquidadores» como los de Chernóbil o Fukushima, que sacrifican su futuro para que otros puedan sobrevivir. Pura traslación de problemas entre vasos comunicantes contables, como son las deudas y los activos tóxicos.
Pues bien, si nos paramos a pensar en el rol que está asumiendo el Euro en el conjunto de las principales divisas mundiales, la situación me resulta extrañamente comparable a lo mencionado anteriormente. La cotización de las divisas no es más que otro vaso comunicante, pero esta vez no se trata de balances contables sino de cotizaciones cruzadas de monedas. Porque como venimos diciendo desde hace muchos años, todas las economías desarrolladas necesitan reducir el valor de su moneda como el aire que respiran, y por una devaluación externa ma-tan.
Hace más de dos años lo bautizamos como «La Era de las Devaluaciones«, y hace unos meses este fenómeno financiero se popularizó mediáticamente como «guerra de divisas». No importa el nombre, la esencia era la misma ya a finales de 2008, y hoy a nadie ya se le escapa que la fortaleza y la debilidad de la divisa son conceptos que el New Normal se ha encargado de poner cabeza abajo. Como dijimos en ese artículo: «...Y es que la guerra de divisas es eso, una guerra Darwiniana en la que no se duda ni un instante en hacer leña del árbol caído. Nada de hoy por ti y mañana por mi. Se trata, lamentablemente, de o tú o yo. Y a río revuelto, ganancia de devaluadores.«
Ese árbol caído no es otro que el Euro, con su insolvencia periférica ya indisimulable, y los vasos comunicantes que suponen las ingentes cantidades de deuda insolvente adquirida de forma fatalmente cruzada por políticos irresponsables. Y la «fortaleza» de la que huyen las principales divisas desarrolladas debe concentrarse en el aumento de la cotización de algún pardillo hasta el infinito y más allá. Un árbol caído disparado hacia el cielo por conveniencia del resto, que necesitan devaluar contra alguien o algo que ejerza el mismo papel que el hoyo contenedor de agujeros antes mencionado. Una perfecta bad currency o divisa mala que permita la recuperación de las economías desarrolladas que aún no están desahuciadas.
Obviamente, para los que tenemos el Euro como divisa, este rol de bad currency, divisa mala, cajón de sastre, muñeca hinchable o como le queramos llamar, no es más que la crónica de una muerte larga y penosamente anunciada. Es lo que tiene escupir hacia arriba nuestra divisa mala.
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