Engañando a Mr. Market ¿Soy el Rey del Mundo?
Como siempre, con nocturnidad y alevosía, es decir en fin de semana para que los mercados estén cerrados, los ministros de finanzas europeos se reúnen ayer y hoy para conseguir la cuadratura del círculo griego. Se trata de conseguir «convencer» a los tenedores privados y públicos de papel mojado heleno para que no exijan el pago de sus bonos al vencimiento, sino que acepten «voluntariamente» una extensión de la fecha de vencimiento tan incierta como la solvencia del Estado griego.
La teoría no está clara, pero la práctica aún menos. Resultará complicado acordar maneras de incentivar a los bancos tenedores de bonos griegos para que acepten un rollover (o patada a seguir) de los bonos griegos que tienen amontonados en sus fosas comunes acorazadas. Como curiosidad os diré que aún hace menos de un año, los departamentos de «inteligencia» y «análisis» de diversos bancos españoles nos proponían que recomendáramos la compra de bonos griegos a nuestros Clientes. El argumento utilizado era algo como «…el yield es muy atractivo y no se debe olvidar que se trata de deuda soberana de un miembro de la UE, y el resto de países jamás permitirán su default…». En aquel entonces parecíamos los tontos de la película prefiriendo rendimientos menores de deuda corporativa norteamericana o incluso deuda soberana francesa o alemana. El bombardeo fue constante: Ante un riesgo político «idéntico» (Francia, Italia, España, Portugal o Grecia) quién se iba a resistir a ganar un spred de 2 o 3 o 4 puntos mayor en el bono griego respecto al alemán, francés o incluso español (el chiste sin gracia de Rodrigo Rato es otro ejemplo de la distorsión del discurso políticamente correcto respecto a la realidad económica). Pues bien, afortunadamente nosotros y otros muchos resisitimos ente una tentación que, a nuestro juicio, ni siquiera era tal. Porque a pesar de que los políticos se empeñen en igualar el riesgo, Mr. Market reconoce diferencias de solvencia abismales, y las cotiza. Y esa cotización se suele traducir en asunción de riesgo real, que a su vez también se suele traducir en mayores cifras, tanto de pérdidas como de ganancias. Es una ley cuasi universal, aunque los políticos se empeñan en manipularla, y la mayoría de banqueros en creerla y difundirla.
Este intento de manipulación está yendo tan lejos que entre hoy y el próximo día de San Juan los políticos van a intentar dar gato por liebre a los mercados. Sí, sí, habéis oído bien. Algo tan peligroso e inconsciente como eso. Porque la teoría dice que si la deuda griega se prolonga en vencimiento y se deteriora la calidad de sus cupones o rendimientos, las calificadoras de riesgo determinarán que se ha producido un «evento de crédito», default, reestructuración o como le queramos llamar. La consecuencia de ello sería que el resto de deuda periférica pondría sus propias barbas a remojar, sus cotizaciones caerían aún más y los diferenciales de tipos (spreads de riesgo) se dispararían, hundiendo en la miseria irreversible a sus (nuestras) respectivas economías. A partir de ahí, la ruptura de la periferia sería inevitable y la fuerza centrífuga incontenible. Por tanto, la situación de la Eurozona es una vez más surrealista y kafkiana como pocas: Hay que impagar la deuda griega pero «que parezca un accidente». Es decir, sin que los acreedores reclamen el pago, que acepten la patada a seguir del rollover por siete años (en realidad hasta el infinito y más allá, o sea hasta que Grecia recupere su solvencia y capacidad de pago…), que además los tipos se rebajen respecto al mercado y lo más importante: Que todo ello se produzca sin que las calificadoras de riesgo levanten la voz diciendo que eso es un evento de crédito. O sea, default con piel de «aportación voluntaria» para que la ausencia oficial de evento de crédito ejerza de cortafuegos eficiente. La cuadratura del círculo en su quintaesencia euro-financiera.
En palabras del Primer Ministro luxemburgués Jean-Claude Junker «…If we made a move that would be rejected by the ECB, by the rating agencies and therefore the financial markets, we risk setting the euro area aflame...» Pero e pur si muove, es decir que algún rollizo conejo o escuálida y enfermiza liebre habrá que tratar de sacar de la chistera, porque el vencimiento es inminente y no hay dinero para pagarlo.
Los antecedentes nos dicen que las calificadoras son fácilmente corrompibles. Digamos que son señoritas que fuman y te hablan de tú… Eso sí, cada vez se las ve más veteranas y arrugadas, aunque el maquillaje y su penetrantes perfumes hacen que la mayoría sigan creyendo encontrar amor en ellas, es decir, calificaciones fiables de riesgo. Por tanto, no es descartable que el surrealismo alcance cotas tan elevadas que el impago de la deuda griega no se califique oficialmente de evento de crédito.
Lo que me causa mayor sensación de vértigo es la presuntuosidad con la que los políticos (en este caso europeos) se creen capaces de manipular a Mr. Market. Se vanaglorian de jugar temerariamente con el genoma del sistema capitalista, al igual como lo hacía el viejo millonario propietario del Parque Jurásico en la novela de Crichton, John Hammond. Merkel, Sarkozy y demás politicuchos periféricos muestran una irreverencia y menosprecio por las leyes del mercado que dan escalofrios. Quizá consigan engañar a Mr. Market (y por tanto a todos nosotros), pero el riesgo de que este intento histórico de manipulación estalle en la cara de todos es más que considerable. Y es que las barreras anti-tsunamis, como hemos podido ver en Japón hace unos meses, a veces se demuestran insignificantes.
Para acabar, un último apunte. En el caso de que se consiguiera maipular permanentemente a Mr. Market, sería a costa de la masa monetaria generada por el BCE. Lo cual nos situaría en la misma posición inflacionaria que los EE.UU. Claro que, puestos a manipular, porqué no hacerlo también con el cambio de €/$… Abrid los brazos y sentid el aire en vuestro pecho y rostro. Ahora gritad: «Soy el Rey del Mundo«. Aunque no sé si prefriero éste: «Soy el Rey del Mundo» (Homer Simpson), al menos nuestro hundimiento sería más gracioso.
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