Crisis? What Crisis?
“La cosa está mu mala”. Esta es la consigna que estamos oyendo a diario en todos los rincones, sectores y estatus económicos a excepción de los más altos. Además, lo que comenzó como un murmullo de los más pesimistas y/o alaramistas, ha ido in crescendo hasta convertirse en un grito de guerra en la actualidad. Pronto desgarrador.
Algunos vaticinan una grave crisis de la economía que puede desembocar en un colapso financiero. Hay quien habla del futuro “corralito” Español. Aquellos tiempos cercanos y repetibles en que los argentinos metían sus ahorros en maletas, maletines y mochilas para cruzar el río de la Plata (el charco) en busca de inversiones seguras en su paraíso más cercano: Uruguay. Esa crisis del gigante vecino impulsó aún más la ya de por sí lujosa ciudad costera de Punta del Este, a unos kilómetros de Montevideo, la Marbella de argentinos y brasileños adinerados. El tiempo dirá, pero sinceramente creo que estamos lejos de ese escenario.
Antes de que el sistema economico-financiero sufra daños estructurales que pongan en peligro la supervivencia del mismo, hay un largo y doloroso camino por recorrer: La sociedad tiene todavía mucho margen de empobrecimiento. Queremos decir que aún estamos lejos de tener las cifras de “sufrimiento social” de dichos países sudamericanos. Aunque desgraciadamente cada vez menos.
Todavía conservamos en nuestras retinas la alegría económica habida hasta hace muy poco: Vacaciones, inversión, consumo en general y optimismo. Se acuñó el término mileurista como el paradigma del último eslabón de nuestro sistema financiero. Por debajo de éste, la pobreza marginal y minoritaria, aunque no por ello aceptable. Pero en los últimos tiempos, meses diría yo, la realidad está empeorando vertiginosamente. El pesimismo ha sustituido la alegría, el escaso consumo que se mantiene es más compulsivo que racional. La incitación al consumo por parte de la banca y la reunificación de créditos en los tiempos que corren, todavía me resulta más vomitiva. Los mileuristas comienzan a ser envidiados por más de uno. Hace tan sólo unos pocos meses todavía se discutía si existía o no una crisis inmobiliaria, o si simplemente se trataba de una desaceleración en el crecimiento del sector. Hoy es vox pupuli y mañana quizás historia. Algo está cambiando para la mayoría, y además rápidamente.
El efecto anclaje que aplica lúcidamente Fernan2 a los mercados y a los inmuebles en su post, también nos traiciona psicológicamente a la hora de analizar la situación actual y sobre todo la evolución de la economía de nuestra sociedad. El anclaje psicológico en el bienestar de los últimos tiempos nos distorsiona la realidad. Pero en general la situación financiera de la mayoría de la población empeora día tras día.
Los que analizan la situación con cierto criterio y hablan de corralitos, adjudican así las dificultades al Sistema Financiero. Según éstos, la economía puede sufrir gravemente los excesos de la burbuja inmobiliaria, los bancos ser desbordados y el Estado incapaz. No, señores, los primeros de la lista y los más susceptibles a sufrir en este escenario son los ciudadanos medios. O sea la mayoría. Quizás su anclaje en el Estado del bienestar anterior les traiciona pero antes de que el Sistema Financiero se tambalee, la economía personal del ciudadano de a pie se deteriorará hasta donde sea necesario.
Afortunadamente todavía hay mucho margen hasta que nuestra sociedad se equipare al malestar existente en Sudamérica. Aquí todavía los ricos pueden circular por las calles con Mercedes y BMW, incluso con Porsches y Ferraris. En Brasil ningún millonario se atreve a dejarse ver con algo más ostentoso que un Passat, se pueden adivinar muchos coches medios con chófer y el asiento del acompañante ocupado. Los secuestros express todavía son incipientes en España, y las viviendas unifamiliares aún están habitadas sin tener que pertenecer a condominios vallados, con barreras de acceso y guardias de seguridad armados en sus casetas al más oscuro estilo Check Point Charlie, como ocurre en casi todo el hemisferio sur.
Es cierto que empezamos a oír hablar de dichos secuestros express en nuestra sociedad, que los robos con y sin violencia en viviendas unifamiliares son ya habituales y que la delincuencia en general va en aumento. Pero éstos no son problemas de orden público causados por la relajación de las fuerzas de seguridad, sino por el incremento de la necesidad de ciertos sectores de la población. La inmigración tampoco ayuda en este sentido, y el Estado del malestar del que huyeron, cada vez parece estar menos lejos de nuestro Estado del bienestar ya añorado.
Pero “tranquilos”, la sangre de todos no llegará al río. Nuestro sistema financiero no corre peligro de muerte mientras quede margen para una mayor miseria social. Lamentablemente así son las reglas del juego. Pero el efecto anclaje en los buenos tiempos nos ayuda a mirar hacia otro lado. Como dijo Supertramp en 1975: Crisis? What Crisis?
Antes de que el sistema economico-financiero sufra daños estructurales que pongan en peligro la supervivencia del mismo, hay un largo y doloroso camino por recorrer: La sociedad tiene todavía mucho margen de empobrecimiento. Queremos decir que aún estamos lejos de tener las cifras de “sufrimiento social” de dichos países sudamericanos. Aunque desgraciadamente cada vez menos.
Todavía conservamos en nuestras retinas la alegría económica habida hasta hace muy poco: Vacaciones, inversión, consumo en general y optimismo. Se acuñó el término mileurista como el paradigma del último eslabón de nuestro sistema financiero. Por debajo de éste, la pobreza marginal y minoritaria, aunque no por ello aceptable. Pero en los últimos tiempos, meses diría yo, la realidad está empeorando vertiginosamente. El pesimismo ha sustituido la alegría, el escaso consumo que se mantiene es más compulsivo que racional. La incitación al consumo por parte de la banca y la reunificación de créditos en los tiempos que corren, todavía me resulta más vomitiva. Los mileuristas comienzan a ser envidiados por más de uno. Hace tan sólo unos pocos meses todavía se discutía si existía o no una crisis inmobiliaria, o si simplemente se trataba de una desaceleración en el crecimiento del sector. Hoy es vox pupuli y mañana quizás historia. Algo está cambiando para la mayoría, y además rápidamente.
El efecto anclaje que aplica lúcidamente Fernan2 a los mercados y a los inmuebles en su post, también nos traiciona psicológicamente a la hora de analizar la situación actual y sobre todo la evolución de la economía de nuestra sociedad. El anclaje psicológico en el bienestar de los últimos tiempos nos distorsiona la realidad. Pero en general la situación financiera de la mayoría de la población empeora día tras día.
Los que analizan la situación con cierto criterio y hablan de corralitos, adjudican así las dificultades al Sistema Financiero. Según éstos, la economía puede sufrir gravemente los excesos de la burbuja inmobiliaria, los bancos ser desbordados y el Estado incapaz. No, señores, los primeros de la lista y los más susceptibles a sufrir en este escenario son los ciudadanos medios. O sea la mayoría. Quizás su anclaje en el Estado del bienestar anterior les traiciona pero antes de que el Sistema Financiero se tambalee, la economía personal del ciudadano de a pie se deteriorará hasta donde sea necesario.
Afortunadamente todavía hay mucho margen hasta que nuestra sociedad se equipare al malestar existente en Sudamérica. Aquí todavía los ricos pueden circular por las calles con Mercedes y BMW, incluso con Porsches y Ferraris. En Brasil ningún millonario se atreve a dejarse ver con algo más ostentoso que un Passat, se pueden adivinar muchos coches medios con chófer y el asiento del acompañante ocupado. Los secuestros express todavía son incipientes en España, y las viviendas unifamiliares aún están habitadas sin tener que pertenecer a condominios vallados, con barreras de acceso y guardias de seguridad armados en sus casetas al más oscuro estilo Check Point Charlie, como ocurre en casi todo el hemisferio sur.
Es cierto que empezamos a oír hablar de dichos secuestros express en nuestra sociedad, que los robos con y sin violencia en viviendas unifamiliares son ya habituales y que la delincuencia en general va en aumento. Pero éstos no son problemas de orden público causados por la relajación de las fuerzas de seguridad, sino por el incremento de la necesidad de ciertos sectores de la población. La inmigración tampoco ayuda en este sentido, y el Estado del malestar del que huyeron, cada vez parece estar menos lejos de nuestro Estado del bienestar ya añorado.
Pero “tranquilos”, la sangre de todos no llegará al río. Nuestro sistema financiero no corre peligro de muerte mientras quede margen para una mayor miseria social. Lamentablemente así son las reglas del juego. Pero el efecto anclaje en los buenos tiempos nos ayuda a mirar hacia otro lado. Como dijo Supertramp en 1975: Crisis? What Crisis?