Northern Rock y la incompetencia de la Comisión Europea.
Es infinitamente más sano un préstamo que una subvención, pero aún lo es mucho más una inversión.
Pero lo realmente escandaloso es que la Comisión Europea se proponga boicotear esta feliz operación de salvamento iniciada por el Banco de Inglaterra que ha evitado una crisis de confianza con posibles consecuencias globales. Los funcionarios (hay quien los llama políticos o pseudo-burócratas) de dicha Comisión amenazan con estudiar dichos préstamos para velar por la integridad de la libre competencia. Los fondos prestados por el Bank of England están garantizados por el Ministerio de Economía británico y por lo tanto se podrían considerar por esos funcionarios como una ayuda estatal intolerable. Alucinante.
No debería caber en mente racional alguna, aunque se trate de funcionarios, políticos o burócratas, que la competencia de Northern Rock se sienta discriminada por las inyecciones de dinero recibidas para apagar el fuego de la crisis de confianza bancaria. Pero la incapacidad de la Comisión Europea para comprender el escenario crediticio mundial se hace evidente con las amenazas de abrir una investigación por su parte. Señores funcionarios, ningún banco británico ni por supuesto del mundo se ha visto discriminado por el «trato de favor» recibido por Northern Rock con las inyecciones de su banco central. Todo lo contrario, si estas inyecciones no se hubieran producido, el problema se habría propagado como un reguero de pólvora. La detonación podría haber alcanzado al BCE, la FED y por supuesto a los bolsillos de la mismísima Comisión Europea. La terrible onda expansiva potencial fue ejemplarmente abortada de inicio con la garantía de los fondos del Ministerio de Economía británico. El proceso se perfeccionará próximamente con la adquisición de los restos del banco por parte del carroñero de turno, completando así el ciclo de la cadena alimentaria financiera mundial.
Son leyes básicas del mercado financiero y empresarial global, pero parecen amenazas a la integridad de la libre competencia a los ojos de pseudo-burócratas europeos a los que habría que impartir algunos cursos básicos de sentido común, responsabilidad de sus cargos y percepción de la realidad.
Pura incompetencia, aunque se disfrace como exceso de celo.