El placer de invertir… con integridad
Mucho se habla de las diferentes aptitudes que deben tener el buen inversor y el buen empresario, en definitiva, las personas que buscan tener éxito en los negocios. En artículos como “La Poción Mágica del Éxito Financiero”, se dan numerosas claves y consejos muy válidos en este sentido, por poner un ejemplo reciente. Parece evidente, si analizamos algunos casos de emprendedores o inversores de éxito, que todas estas características y algunas otras más se encuentran presentes en ellos. Pero buceando un poco más en sus personalidades, se puede observar también (en muchos casos) la presencia de dos aspectos, a mi modo de ver, muy destacables a la hora de hacer negocios, que si bien no sirven por sí solos para conseguir la libertad financiera, son un empuje bastante importante, amén de convertirnos en mejores personas: la honestidad y la humildad.
En numerosos artículos desde la creación del blog se ha destacado su importancia, pero quiero detenerme en éste para analizarlos en profundidad. ¿Qué implican estas dos palabras? ¿De qué manera me pueden ayudar en mis negocios? Se preguntarán los más escépticos…
Obviamente la valoración que se puede hacer de la contribución de estos atributos al resultado final de las inversiones de un individuo no puede llevarse a cabo de un modo tradicional, como si de la implantación de un plan de marketing se tratase: tanto nos ha costado, tantos han sido los ingresos derivados del plan, luego tanto ha sido su beneficio. No se puede evaluar el coste de ser honestos y humildes, como tampoco su beneficio en unidades monetarias pero sin duda, lo que no se puede afirmar es que no tiene impacto alguno.
La humildad es una virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Esto, aplicado a los negocios, permite analizar las decisiones desde una perspectiva mucho más amplia. El hecho de admitir que no somos perfectos y ser conscientes de las limitaciones que tenemos es una de las mejores maneras de afrontar cualquier proyecto, ya que la persona humilde tiene en cuenta cualquier factor que pueda influir sobre éste, no desprecia el riesgo que supone y, además, cuando vienen mal dadas, no se queda paralizado pensado ¿cómo me ha podido suceder esto?, sino que rápidamente busca soluciones que permitan restablecer el orden o en el peor de los casos, minimizar las pérdidas. En un mundo tan competitivo como el actual, el creerse en “posesión de la verdad absoluta”, pensar que siempre se tiene razón, es el primer paso para acabar fracasando.
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Cuando, en una relación comercial, las partes se esfuerzan en satisfacer no sólo sus necesidades sino también las de la otra parte, es casi seguro que en el futuro volverán a colaborar. Además, ambas partes hablarán de la otra muy positivamente, favoreciendo que más gente se acerque a ellos para realizar transacciones sabedores de que van a ser tratados justamente y de que se van a preocupar porque acaben satisfechos. Se trata simplemente de crear un efecto cluster positivo. Evidentemente, todo lo contrario repercutirá en pérdida de clientes, deterioro de la imagen de la empresa, en definitiva, un efecto cluster negativo.
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Solamente con mucho esfuerzo, siendo conscientes de dónde venimos y hacia dónde queremos llegar, teniendo en cuenta que casi todo está inventado, cuidando las relaciones con el resto del mundo, desechando la avaricia, la prepotencia y la codicia, podremos ir avanzando paso a paso, quizá lento, pero sin duda firmemente hacia nuestra independencia económica.
«Se tarda 20 años en construir una reputación y cinco minutos en arruinarla. Si piensas sobre ello, harás las cosas de un modo diferente.»