Travesía en el desierto
El vencimiento, al fin, es cuestión de fe en uno mismo y en unos valores que lo ayuden a uno a soportar lo que se le ha venido encima: orden, disciplina, capacidad de sufrimiento, saber esperar y saber continuar.
Es bueno atravesar un desierto, o varios, a lo largo de la vida. Las dificultades pasadas dieron tiempo a pensar, a conocerse a uno mismo en profundidad, y lo que es más importante, a superarse con cada nuevo reto y acabar venciendo.
Me gustaría usar este texto como analogía del periodo que nos va a tocar sufrir en España. Hasta hace bien poco sacábamos pecho y nos creíamos a la cabeza de Europa con esos crecimientos espectaculares del 4-5% frente a los míseros 1-2% de Francia o Alemania, pero de repente, como si de un sueño se hubiese tratado, nos hemos despertado y sólo vemos una vasta extensión de arena a nuestro alrededor, un enorme desierto del que será difícil salir, pero no imposible. Algunos, los que están cerca de los oasis, aún siguen pensando que todo es perfecto.
España debe mentalizarse de que los años venideros van a ser duros, agudizados por nuestra baja productividad y por la muerte de los dos modelos en los que se sustentó el crecimiento en la pasada década, el turismo y la construcción. Sólo aceptando que los modelos del pasado fueron incorrectos podremos sentar las bases para que nuevos crecimientos futuros tengan lugar.
Tomemos como ejemplo el caso de Italia, por ser prima hermana nuestra, aunque juegue en otra liga. Italia tiene un poder exportador del que carece España, no en vano se sitúa entre las 8 potencias mundiales exportadoras, aunque su balanza comercial sea también negativa. Las mayores exportaciones italianas las podemos situar en los campos del motor, la industria petroquímica, la armamentística o la eléctrica, pero, sin duda, lo que proporciona a Italia una ventaja respecto de España son sus industrias clave, aquellas mundialmente conocidas y que gozan de prestigio a nivel internacional como son la industria alimentaria, la industria de la moda y la industria de coches de lujo. En este caso el Made in Italy la dota de un seguro de vida frente a posibles competidores y salvavidas en una época como la actual.
España, por contra, aún teniendo unos embutidos exquisitos, unos vinos que hacen gozar a cualquier paladar, unos quesos o aceites que recogen premios mundialmente (aquí siempre fuimos muy aficionados al buen comer), no consigue que sus productos sean vendidos en establecimientos corrientes de medio mundo, como sí sucede con los italianos. Da rabia estar en un restaurante de nivel medio en el extranjero, hojear la carta de vinos y observar cómo, entre la cantidad de botellas italianas, francesas, californianas y australianas, apenas hay un par procedentes de España, y a veces ni siquiera eso. Y éste es sólo un triste ejemplo de la escasa fuerza del Made in Spain.
España tiene que aprovechar esta dura época que se avecina para sentar las bases de un crecimiento futuro, hacer una apuesta clara por algunos sectores con los que se puedan lograr ventajas competitivas (como las tiene Italia actualmente) en el futuro. Si ésta travesía en el desierto no nos sirve para abrir los ojos, conocernos en profundidad e intentar superarnos en el futuro, el crecimiento español estará abocado a la presencia de burbujas de distintas índoles que cada vez que se pinchen no harán sino hundirnos más en las arenas movedizas del estancamiento y la recesión.